jueves, 5 de abril de 2012

¡QUIERO SER PRESIDENTE DE LA NACION! (Desde el Chaco – en un convulsionado partido)

Por: Ing. Mario Jaraz

¡Quiero ser Presidente de la Nación! es una frase que, si proviene de boca de algún casi desconocido participante de la política o de un ciudadano no activista de ningún Partido Político, seguramente provocará en quienes la escuchen, especialmente dentro del muy particular mundo de la política, actitudes que irían desde la sorpresa hasta la confusión, del asombro a la turbación y seguramente no serían ajenos adjetivos calificativos como: “está loco”, “es un tarado”, “es un inconsciente”, y también algún análisis tratando de desentrañar el “que se traerá entre las manos”.

La comunidad en general, si el dicente se encuadra dentro de las características enunciadas, pasado el primer instante de extrañeza, tomaría la frase como una de las tantas que comúnmente pronuncian, con poca seriedad y sensatez, señores dirigentes y aspirantes a serlo.

Querer ser Presidente de la Nación no es ni ilegal, ni ilegítimo, ni tampoco significa un atentado contra los Derechos de los demás Ciudadanos, pese a lo cual, muy pocas son las personas que han osado pronunciar su interés en serlo. Parecería ser que existe una autocensura para expresar la aspiración al más alto cargo político que un país democrático puede ofrecer a sus habitantes. Creo que muchos, especialmente quienes actúan en política, íntimamente tienen el deseo o el sueño de llegar a ser Presidente de la Nación, pero un razonamiento serio indica que además de las condiciones intelectuales, éticas y morales, que quizás muchos puedan pensar poseer, existen otra serie de factores sumamente importantes y de extrema significación que tienen gran incidencia en la posibilidad de que el deseo se transforme en realidad, como ser la viabilidad económica de hacer frente a los gastos que la misma insume y que tienen que ver con la necesidad de concretar acciones propagandistas y de difusión que logren despertar en la sociedad, en primera instancia, la curiosidad, y luego el apoyo. La mirada seria de estos inconvenientes, que hasta podríamos catalogar de vallas que se encuentran en el camino, son sin dudas parte de las argumentaciones que indudablemente inhiben a muchos a expresar y luchar con total libertad por la posibilidad de ser. Pero la realidad es más fuerte, y es por eso que son muy pocos los que pese a quererlo son capaces de exponerse y hasta exigir su nominación como candidato.

Los partidos políticos, estructuralmente, son las organizaciones propicias para instrumentar y llevar a cabo todas estas acciones, pero ni en estos escenarios existen hombres que admitan con total claridad y honestidad el estar trabajando y participando para ser Candidato a Presidente de la Nación.

Más allá de que en diversas oportunidades, situaciones especiales catapultaron a figuras inesperadas a luchar por ese máximo galardón y hasta llegar a ostentarlo, son más, muchos más, los que por respeto a la investidura, por temor y falta de estrategia, culminaron su carrera política sin haber ni siquiera insinuado su ambición a poder competir por ese espacio tan importante.

Estas frustraciones individuales obligaron a los partidos políticos a la instrumentación de procedimientos de selección que no siempre brindaron las mejores propuestas y siempre quedó viva la discusión sobre cuales debían ser las características que convenía priorizar, colocándolas como exigencias mínimas para poder aspirar al puesto, sin que ello pueda ser interpretado como el cercenamiento del derecho de algunos, sino por el contrario el alto grado de compromiso y responsabilidad del partido político y sus integrantes para con la sociedad en general.

Resulta una utopía, de imposible cumplimiento, la construcción del candidato ideal, una fantasía que solo nos conduce a la frustración, porque la imperfección propia del ser humano impone una limitación en la construcción del perfil óptimo que no debe abrumar nuestro espíritu, sino que, por el contrario debe potenciar nuestro afán de insistir en la búsqueda de lo mejor.

Podemos preguntarnos entonces, con el grado de ingenuidad que a la pregunta cada uno pretenda endilgarle, porque si somos tan cautelosos, responsables y exigentes para nominar o nominarnos candidatos al cargo de Presidente de la Nación, somos tan permisivos, tolerantes, complacientes y flexibles cuando se deben designar los candidatos a ocupar los otros cargos con los que se componen los diversos poderes del Estado.

¿Somos realmente conscientes de la importancia que tienen los Senadores Nacionales, los Diputados Nacionales y Provinciales, los Intendentes, los Concejales en el manejo del Estado?

La necesaria actitud exigente se complica porque en los partidos políticos se han instalado varias falsedades.

Una de ellas, que según muchos debemos admitir como cierta, es la que dice que la participación en la política es una carrera por la ocupación de los cargos electivos, que determina una serie de estaciones que comienza en las participaciones barriales, donde se empieza como activista y se puede terminar como referente o puntero del barrio. La estación siguiente sería la ocupación de algún espacio en la comisión del distrito, luego en la de la población o ciudad en la que viva, para culminar las estaciones internas siendo parte del Comité Provincial y Convención Provincial en primera instancia y posteriormente delegado al Comité Nacional y/o la Convención Nacional.

La próxima estación, en la que ya aparecen los cargos electivos de gobierno, es la de ser Concejal Municipal, para luego, y conforme a los méritos cosechados, fundamentalmente internos y en menor medida externos, aspirar a ser Intendente.

Luego viene en la grilla la posibilidad de llegar a un cargo de diputado provincial y alguno a la Gobernación o Vice Gobernación Provincial.

A Diputados Nacionales normalmente acceden aquellos que ocuparon cargos dentro de del Poder Ejecutivo Provincial, cuando se accedió a él, o bien para aquellos que mejor congenian con quienes lideran y dirigen el Partido, y los cargos de Senadores Nacionales, frente a la preeminencia de valoración que obtuvieron con relación a los Diputados Nacionales, están reservados para algunos casos muy especiales de militancia o bien como la estación posterior para quienes llegaron a los más altos cargos del Poder Ejecutivo Provincial.

Debemos admitir que somos parte de la culpa. Si nada otorga certeza, si los éxitos se transformaron en derrotas, si los participantes normalmente no son protagonistas relevantes de proyectos de cambio para nuestra provincia y nuestra sociedad, ¿Por qué aceptamos tan pasivamente las cosas como se están dando? ¿Por qué continuamos siendo permisivos poniendo en riesgo la posibilidad de un futuro distinto y mejor? ¿Por qué dejamos que las cosas lleguen a los límites? ¿Por qué algunos hoy pretenden aparecer como lo nuevo, cuando fueron parte de este evidente retroceso que vivió nuestro partido? ¿Por qué hemos dejado de ser rigurosos con comportamientos acordes a nuestra ideología partidaria, porque y porque? Allí, en el análisis de nuestras conductas podremos encontrar nuestra parte de culpa

Seguramente que no todos fueron culpables. Siempre hay excepciones, pero estas son las que confirman las reglas.

Hay verdades y falsedades muy arraigadas en la vida de los partidos políticos.

Una de esas verdades, y quizás la que más influencia ejerce en la posibilidad de que los partidos ofrezcan nombres diferentes ante cada elección, es que siempre el que esta, el que ocupa un cargo, por su exposición pública y sus posibilidades de responder aunque sea mínimamente a determinadas requisitorias de la gente, es quien tiene mayores posibilidades de ser reelecto o bien de acceder a un cargo de jerarquía superior, frente aquellos que tienen legítimas aspiraciones a ocuparlos pero solo poseen los atributos de sus propios conocimientos y vocación de servicio, y como la rotación, sinónimo de cambio y respeto, no es una norma muy aplicada, acción puesta en práctica en complicidad con las autoridades partidarias, como la cantidad de cargos es muy inferior frente a los que los requieren, siempre el cierre de las listas, que repiten y repiten nombres, deja militantes enojados, dolidos y frustrados que no se darían si la cristalinidad bañara nuestros procedimientos.

Hay preguntas que no necesitan respuestas porque los hechos que suceden y sucedieron son de por si demasiado elocuentes, pero que si ratifican una falsedad impuesta perversamente.

El haber sido un buen dirigente barrial es antecedente suficiente para ocupar un cargo de Concejal? Haber cumplido eficientemente como Concejal, es signo suficiente como para asegurarlo como buen Intendente, y haber sido un buen Intendente otorga méritos como para desear o aspirar o ser nominado como candidato a Gobernador??

Un buen Gobernador o Vice Gobernador nos da la certeza de que estaremos ante un excelente Senador o Diputado Nacional??

Comprometámonos en exigir que se destruya la falsedad. Nada es seguro, y el drama fundamental de los Partidos Políticos es el apoderamiento que han efectuado de los cargos aquellos que tuvieron la posibilidad de llegar primeros a algunas de las estaciones que marcamos. Ellos siempre encontrarán justificaciones para sus exigencias, si queremos revivir el partido está en nosotros no aceptarlas.

En la actualidad algunos partidos políticos generan ámbitos permanentes de formación y de capacitación en los más diversos rubros que hacen a la vida del Estado porque han entendido que estos son una herramienta idónea, tanto como complemento de los atributos personales propios del bagaje de cada cual, como también de gran utilidad para la determinación de quienes deben ocupar los cargos de candidatos

Esto no es una negación a la capacidad individual y características personales que seguramente cada uno aportó para poder llegar a cargos electivos y construir su propia carrera política, pero tampoco nadie puede negar que la obstinación y persistencia de muchos de ellos por seguir, obviando la rotación, norma elemental de convivencia de los partidos políticos, es la causa que en más de una oportunidad sumió al partido en grandes crisis internas y baja de valoración por parte de la sociedad, y esto tampoco les importó.

En este momento la Unión Cívica Radical del Chaco está atravesando un proceso del que es muy difícil predecir el final, como tampoco de las consecuencias del mismo que, seguramente, no serán neutras. Convergencia Social sufrió un resquebrajamiento producto de un grupo de dirigentes que decidió crear Nuevo Espacio, centrando su disidencia con la metodología con la que se elegían los candidatos dentro del partido y la falta de diálogo y debate en que se había sumido a la UCR. Dice el refrán popular: “nunca es tarde…”, pero bueno, tengamos paciencia y esperemos a ver que ofrece cada uno a la militancia y los adherentes con el fin de ganar la supremacía partidaria. Veremos como se maneja cada uno al momento de las decisiones, porque hoy todos tienen aspiraciones, todos quieren ser, todos quieren valorizar su participación.

Si los rumores y expresiones periodísticas que diariamente surgen, son ciertas, pronto veremos instalados en cada comité el cartel: “GRAN MASA DE RADICALES, TRANQUILIDAD Y ABSTENERSE. TODOS LOS CARGOS YA TIENEN PROPIETARIOS. DE UN LADO Y DEL OTRO VOLVERAN LOS ETERNOS PRIVILEGIADOS A OCUPARLOS. GRAN MASA DE RADICALES TRABAJEN PARA NOSOTROS Y VOTEN…”

En síntesis, como yo y muchos, muchos más, no dijimos: Quiero ser Presidente de la Nación y no estamos entre los privilegiados, como tenemos la aspiración a ser dirigido por los mejores, debemos aprender, definitivamente, que debemos ser más rigurosos, inflexibles e implacables en el momento de aceptar y juzgar las actuaciones de quienes ocupan los cargos, para castigarlos con la herramienta que nos entrega la democracia para corregir los errores y las conductas erradas. No nos dejemos convencer con nuevas falsedades, el voto, es individual, es nuestro, si queremos recuperar la UCR direccionémoslo como corresponde…