jueves, 17 de octubre de 2013

LA VIOLENCIA, LA INMUNIDAD Y LA IMPUNIDAD Y LA IMPORTANCIA DEL VOTO.
Escribe: Mario Jaraz
Los hechos de violencia física, psíquica y moral que están sucediendo en el país,  que   recrudecen fuertemente sin solución de continuidad y  de los que somos víctimas todos los integrantes de la sociedad,  son producto de un inmenso número de causas,  y consecuencia de otras muchas cuestiones.
Es importante entender que,  aunque toda   violencia tiene, de alguna manera,  orígenes comunes, existen algunos espacios en los que los actos que promueven, se diferencian.
La problemática de la violencia en general, cuando, como pasa en nuestro país,  se ha transformado en un tema estructural, requiere para su solución la elaboración de planes estratégicos dinámicos capaces  de cohabitar la realidad diaria que vive la sociedad cambiando con profundidad y de raíz todo aquello que tuvo marcada incidencia  en el desarrollo y consolidación de aquella.
Algunas de sus causas, o consecuencias, como la marginación, la desigualdad, la falta de posibilidades similares, la falta o inexistencia de una buena educación, salud, etc.etc., son factores que muy pocos actores de nuestra política en función de gobierno tuvieron la voluntad real de extirpar, sino que por el contrario,  la mayoría prefirió ignorar, por causas no muy difíciles de explicar a partir de la simple lectura de las doctrinas políticas que cada uno sustentaba.
El diseño de esas políticas transformadoras que reclamamos,  estarán también    signadas por la ideología de quienes la elaboren y la inteligencia con que a partir del debate real con gente que comulgue otros pensamientos, posibilitarán seguramente,  la obtención del mejor producto para erradicar ese perverso mal. Estos proyectos,  al que todos deberíamos aportar impulsados por nuestra primaria condición de ciudadanos y por nuestro intimo deseo de supervivencia,  se deberían   convertir de inmediato en políticas de Estado militadas no solo por los funcionarios de turno sino por el conjunto del tejido social que hoy se encuentra no solamente fracturado sino que especialmente enfermo. Otra condición fundamental para que el éxito acompañe la intención,  deberá provenir de una actitud colectiva que como práctica normal y espontánea    deberá admitir  subordinar sus intereses individuales y amoldar sus acciones políticas a ellas.
Este es un tema que  merece un tratamiento y dedicación  prioritaria si  pretendemos, con vocación y sinceridad,  torcer el rumbo actual y  rescatar la tolerancia, la dignidad y la voluntad de convivir en común.
Este es, y si nada se hace, seguirá siendo, un tema esencial que debe figurar en la primera página de la agenda de todos los partidos políticos por su extrema gravedad.
Hoy, y con el pertinente pedido de disculpas por la extensión de la introducción, quiero referirme especialmente a la violencia que, con diferentes formas pero iguales objetivos,  se ha hecho presente en este tiempo previo a las elecciones que se desarrollaran en todo el ámbito de la república.
Tiempo de amenazas, golpizas, heridas, luchas, aprietes, y porque no, muerte.
Para hacerlo, en forma simple y hasta elemental, pero creo que muy esclarecedora,   efectué un razonamiento que intentó aislarse de los objetivos directos de las acciones para tratar de entender  porque algunos son capaces de promover y otros de llevar a cabo estos actos de violencia.
Creo que en el análisis de dos palabras, IMPUNIDAD E INMUNIDAD, que definen cuestiones diferentes aunque al escucharlas puedan generar confusión puesto que  tienen sonidos similares  podemos encontrar  muchos de los porque que trastornan nuestra mente cuando tomamos conocimiento de algunos hechos consumados.
El Diccionario Enciclopédico DANAE nos dice que el adjetivo IMPUNE quiere decir: “Que queda sin castigo”, mientras que IMPUNIDAD la define como “Falta de castigo”.
Si procedemos a buscar sinónimos de IMPUNIDAD encontramos entre otros: ABUSO, ARBITRARIEDAD, ILEGALIDAD, LIBERTINAJE, SEGURIDAD, APOYO, PRIVILEGIO.
El mismo Diccionario nos entrega, entre otras cuestiones que se describen con la misma palabra,  como definición del adjetivo INMUNE: “Libre, exento de ciertos oficios, cargos, gravámenes o penas” y al acceder a INMUNIDAD leemos: “…Privilegio de que gozan determinadas personas a causa de las particulares funciones que desempeñan (diplomática, parlamentaria, ejecutiva, etc.)…”
Con el fin de lograr más claridad, apelamos a sus sinónimos y encontramos: EXCENSION, FRANQUICIA, PRIVILEGIO, PRERROGATIVA, PROTECCION, RESPALDO. 
 Leyendo tanto las definiciones como los sinónimos o palabras con las cuales podemos definir acciones, encontramos conexiones entre hechos que le dan sustento a suposiciones que habitualmente efectuamos y que si bien no nos proporcionan nombres propios nos permiten acotar los espacios  donde encontrar las posibles respuestas a los hechos que provocan nuestros comunes: ¿cómo es posible…? ¿no puede ser…?
No estoy practicando ninguna acción detectivesca, sino simplemente tratando de encontrar en el juego con las palabras relacionándolas con hechos que nos conmueven y preocupan a todos,  un nuevo ingrediente que me permite insistir y ratificar sobre  la importancia del voto de cada uno en la determinación de  a quien se delega el PODER, porque retornando a la lectura de las palabras observamos claramente que para diseñar y promover actos violentos de tinte político como los que están ocurriendo, es preciso ostentar PODER, porque el PODER  es el instrumento preciso para entregar INMUNIDAD y asegurar IMPUNIDAD y posibilitar que quien lo use, lo ostente,  haciendo un inadecuado uso de los privilegios y prerrogativas que temporariamente lo asisten,  sea capaz de conseguir personajes decididos a llevar a cabo  las tropelías a que hacemos referencia, ofreciendo,  entre otras cosas,  la “falta de castigo”, único bien capaz de competir y hasta derrotar a aquella “billetera que mata galán”.
No acuso, porque no estoy en condiciones de hacerlo, absolutamente a nada ni a nadie. Solo hago conocer mi reflexión con el único objetivo de que nosotros,  los simples ciudadanos,  valoricemos nuestra posibilidad de votar como una manera  real de aportar al crecimiento y consolidación de la democracia, y que al hacerlo nos obliguemos a  pensar y meditar con mucha responsabilidad sobre la incidencia que el mismo tendrá para nuestro futuro.
Sería triste que nos pase como aquella anécdota que contara el pensador español en una conferencia cuando planteó que la consecuencia directa de la pasividad y el desentendimiento de los ciudadanos por la política y los hechos que ella produce lleve a que “la diferencia entre una dictadura y una democracia, es que esta última,  te permite votar antes de obedecer”