LA VIOLENCIA, LA INMUNIDAD Y LA
IMPUNIDAD Y LA IMPORTANCIA DEL VOTO.
Escribe: Mario Jaraz
Los hechos de
violencia física, psíquica y moral que están sucediendo en el país, que recrudecen fuertemente sin solución de
continuidad y de los que somos víctimas
todos los integrantes de la sociedad, son producto de un inmenso número de causas, y consecuencia de otras muchas cuestiones.
Es importante
entender que, aunque toda violencia tiene, de alguna manera, orígenes comunes, existen algunos espacios en
los que los actos que promueven, se diferencian.
La
problemática de la violencia en general, cuando, como pasa en nuestro
país, se ha transformado en un tema
estructural, requiere para su solución la elaboración de planes estratégicos dinámicos
capaces de cohabitar la realidad diaria
que vive la sociedad cambiando con profundidad y de raíz todo aquello que tuvo
marcada incidencia en el desarrollo y
consolidación de aquella.
Algunas de sus
causas, o consecuencias, como la marginación, la desigualdad, la falta de
posibilidades similares, la falta o inexistencia de una buena educación, salud,
etc.etc., son factores que muy pocos actores de nuestra política en función de
gobierno tuvieron la voluntad real de extirpar, sino que por el contrario, la mayoría prefirió ignorar, por causas no
muy difíciles de explicar a partir de la simple lectura de las doctrinas
políticas que cada uno sustentaba.
El diseño de
esas políticas transformadoras que reclamamos, estarán también signadas por la ideología de quienes la
elaboren y la inteligencia con que a partir del debate real con gente que
comulgue otros pensamientos, posibilitarán seguramente, la obtención del mejor producto para
erradicar ese perverso mal. Estos proyectos, al que todos deberíamos aportar impulsados por
nuestra primaria condición de ciudadanos y por nuestro intimo deseo de
supervivencia, se deberían convertir
de inmediato en políticas de Estado militadas no solo por los funcionarios de
turno sino por el conjunto del tejido social que hoy se encuentra no solamente
fracturado sino que especialmente enfermo. Otra condición fundamental para que
el éxito acompañe la intención, deberá
provenir de una actitud colectiva que como práctica normal y espontánea deberá
admitir subordinar sus intereses
individuales y amoldar sus acciones políticas a ellas.
Este es un
tema que merece un tratamiento y
dedicación prioritaria si pretendemos, con vocación y sinceridad, torcer el rumbo actual y rescatar la tolerancia, la dignidad y la
voluntad de convivir en común.
Este es, y si
nada se hace, seguirá siendo, un tema esencial que debe figurar en la primera
página de la agenda de todos los partidos políticos por su extrema gravedad.
Hoy, y con el
pertinente pedido de disculpas por la extensión de la introducción, quiero
referirme especialmente a la violencia que, con diferentes formas pero iguales
objetivos, se ha hecho presente en este
tiempo previo a las elecciones que se desarrollaran en todo el ámbito de la
república.
Tiempo de
amenazas, golpizas, heridas, luchas, aprietes, y porque no, muerte.
Para hacerlo,
en forma simple y hasta elemental, pero creo que muy esclarecedora, efectué
un razonamiento que intentó aislarse de los objetivos directos de las acciones
para tratar de entender porque algunos
son capaces de promover y otros de llevar a cabo estos actos de violencia.
Creo que en el
análisis de dos palabras, IMPUNIDAD E INMUNIDAD, que definen cuestiones diferentes
aunque al escucharlas puedan generar confusión puesto que tienen sonidos similares podemos encontrar muchos de los porque que trastornan nuestra
mente cuando tomamos conocimiento de algunos hechos consumados.
El Diccionario
Enciclopédico DANAE nos dice que el adjetivo IMPUNE quiere decir: “Que queda sin castigo”, mientras que IMPUNIDAD la define como “Falta de
castigo”.
Si procedemos
a buscar sinónimos de IMPUNIDAD
encontramos entre otros: ABUSO,
ARBITRARIEDAD, ILEGALIDAD, LIBERTINAJE, SEGURIDAD, APOYO, PRIVILEGIO.
El mismo Diccionario
nos entrega, entre otras cuestiones que se describen con la misma palabra, como definición del adjetivo INMUNE: “Libre, exento de ciertos
oficios, cargos, gravámenes o penas” y al acceder a INMUNIDAD leemos: “…Privilegio de que gozan determinadas personas a
causa de las particulares funciones que desempeñan (diplomática, parlamentaria,
ejecutiva, etc.)…”
Con el fin de
lograr más claridad, apelamos a sus sinónimos y encontramos: EXCENSION, FRANQUICIA, PRIVILEGIO,
PRERROGATIVA, PROTECCION, RESPALDO.
Leyendo tanto las definiciones como los
sinónimos o palabras con las cuales podemos definir acciones, encontramos
conexiones entre hechos que le dan sustento a suposiciones que habitualmente
efectuamos y que si bien no nos proporcionan nombres propios nos permiten
acotar los espacios donde encontrar las
posibles respuestas a los hechos que provocan nuestros comunes: ¿cómo es
posible…? ¿no puede ser…?
No estoy
practicando ninguna acción detectivesca, sino simplemente tratando de encontrar
en el juego con las palabras relacionándolas con hechos que nos conmueven y
preocupan a todos, un nuevo ingrediente que
me permite insistir y ratificar sobre la
importancia del voto de cada uno en la determinación de a quien se delega el PODER, porque retornando a la lectura de las palabras observamos
claramente que para diseñar y promover actos violentos de tinte político como
los que están ocurriendo, es preciso ostentar PODER, porque el PODER es el instrumento preciso para entregar
INMUNIDAD y asegurar IMPUNIDAD y posibilitar que quien lo use, lo ostente, haciendo un inadecuado uso de los privilegios
y prerrogativas que temporariamente lo asisten,
sea capaz de conseguir personajes decididos a llevar a cabo las tropelías a que hacemos referencia,
ofreciendo, entre otras cosas, la “falta de castigo”, único bien capaz de
competir y hasta derrotar a aquella “billetera que mata galán”.
No acuso,
porque no estoy en condiciones de hacerlo, absolutamente a nada ni a nadie.
Solo hago conocer mi reflexión con el único objetivo de que nosotros, los simples ciudadanos, valoricemos nuestra posibilidad de votar como
una manera real de aportar al
crecimiento y consolidación de la democracia, y que al hacerlo nos obliguemos
a pensar y meditar con mucha
responsabilidad sobre la incidencia que el mismo tendrá para nuestro futuro.
Sería triste
que nos pase como aquella anécdota que contara el pensador español en una
conferencia cuando planteó que la consecuencia directa de la pasividad y el
desentendimiento de los ciudadanos por la política y los hechos que ella
produce lleve a que “la diferencia entre una dictadura y una democracia, es que
esta última, te permite votar antes de
obedecer”
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