miércoles, 14 de mayo de 2014

“La Jubilación del Profesor Universitario y el desperdicio del saber y la experiencia”
– Una cuestión para debatir y animarse a cambiar -

Escribe: Ing. Mario Jaraz

Vivimos un mundo en permanente evolución.
En todos los ámbitos.
Hasta sentimos y padecemos intestinos acomodamientos en el interior de nuestro planeta que parecerían ser una incentivación y hasta una provocación a la imaginación del hombre para la persistencia en la búsqueda del saber.
Existe una dinámica de constante progreso. De cambio. De transformación.
Muchas de las que hasta ayer parecían verdades absolutas van sufriendo mutaciones y alteraciones al compás de nuevos descubrimientos de las ciencias, nuevas ideas, diferentes visiones.
Todos los campos del saber y el conocimiento ven invadidos sus espacios por nuevos descubrimientos y nuevas teorías producto de la sabiduría de hombres que no detienen su instinto de superación y permanentemente proponen innovadoras hipótesis y presunciones.
El mundo, autodenominado civilizado, fue creando espacios en los que   se propician la investigación, la indagación y la averiguación, que conviven   junto a las universidades, diseñadas como los grandes centros difusores del conocimiento a partir de la instrucción y la educar.
Estas eran las  herramientas que no solo deberían promover la búsqueda de lo nuevo, sino que contribuir al mejor uso y efecto de las consecuencias de los logros,  en la vida de la sociedad.
Hay países del mundo que perdieron el ritmo y hoy deben acudir a métodos y procedimientos trasplantados y por ello muchas veces fracasados.
Otros, que supieron entender las responsabilidades y posibilidades de este presente globalizado,  pleno de alternativas positivas,   que fueron lo suficientemente eficientes y hábiles como para transformar en conocimiento la vastísima información que circula por una de las grandes creaciones de este mundo distinto que vivimos que es Internet. Estos paises tienen la enorme posibilidad de transformar la vida de sus sociedades, y conforme a la ideología  que ostentan los  gobiernos actuantes en cada uno de ellos, comenzar a doblegar los factores que potencian la existencia de grandes injusticias sociales, hambre, marginación y discriminación.
En nuestro país el tema de la educación se ha transformado, debido a grandes incoherencias ideológicas y a causa de la increíble creencia de que lo logrado siempre tiene la aptitud de conservar su excelencia aún cuando detenga su andar frente a una realidad que requiere movilidad, en una ecuación a la cual nadie logra resolver porque no promueve la necesidad de revisar la importancia y trascendencia de cada uno de sus términos para  entre todos encaminarla por el mejor camino.
La editorial del Diario La Nación del domingo 11 de mayo en uno de sus párrafos expresaba: “… hemos caído en calidad educativa. Ya no tenemos casas de estudios en el selecto grupo de universidades de mayor prestigio del mundo y un amplio sector de nuestros alumnos secundarios ni siquiera puede dar muestras de una mínima eficiencia en las pruebas internacionales...
La mención que realiza el Diario al sector universitario nos provoca una reflexión sobre un tema que nos parece la demostración más clara de la falta de ubicación o la errónea lectura que desde este sector se realiza sobre la impactante  influencia  que la evolución universal ha tenido sobre  la vida misma de cada uno de los seres humanos, entre los que están los profesores y ellos mismos,  y la ignora manteniendo determinaciones que no se conjugan en absoluto con lo que la realidad determina.
La Universidad Nacional del Nordeste, y creo que todas las universidades argentinas, se dan el lujo de desperdiciar la experiencia y el conocimiento de todos aquellos profesores que llegados a la edad de 65 años, obligatoriamente debe jubilarse, cuando no hace falta ser un especialista para saber que hoy esa edad es la que en la gran  mayoría de las personas dedicadas al trabajo intelectual,  logran un grado de sabiduría excelente.
No todos, por diversas circunstancias tienen el deseo de continuar ejerciendo la docencia y aspiran para su vida un futuro diferente, por lo cual la jubilación es un derecho que no se les puede negar, pero para aquellos que mantienen viva la vocación de enseñar,  y a través de la herramienta más idónea que es el concurso de antecedentes y oposición   no sólo se logra determinar el nivel de conocimientos sino también la lucidez y aptitud de quien desea optar por la continuidad, la Universidad debe reglamentar necesariamente las formas para que lo hagan. No todas la actividades del hombre registran las mismas condiciones.
La opción que precisa darse la Universidad es la de darse el lujo de poseer docentes que aseguren un nivel superior de transmisión de conocimientos.
Me decía un dirigente de Franja Morada en ocasión de una conversación sobre este tema puntual, que la jubilación de un profesor mayor de 65 años, aún a costa de desaprovechar, tal vez,  algún grado de calidad, significaba la apertura de un espacio para un nuevo docente de quizás mayor calidad, aunque seguramente menor experiencia,  al que el veterano parecía estar taponándole el camino, lo que automáticamente trajo a mi memoria lo que la sabia Reforma Universitaria  del año 1918 planteaba para casos de la existencia de profesores con niveles de calidades similares y a los que la Universidad,  en nombre de la excelencia,  deseaba contar en su plantel, entre otras alternativas la creación de cátedras paralelas, las cátedras simultáneas, etc., dándole así, a los alumnos la posibilidad de optar a que clase querrían concurrir.
Un pretendido análisis de la evolución del mundo de las ciencias, las ideas, el conocimiento y el saber, me llevó, debido a mi preocupación por el futuro inmediato  de mi país, al problema de la Universidad y su actual característica de despreciar la experiencia y el conocimiento, lo que me permite recordar un pensamiento reiterado por el Papa Francisco (no textual) “Para la corrección de muchos de los problemas del mundo es necesario rescatar en forma urgente para compatibilizar su accionar, la energía de la Juventud y la experiencia de los mayores”.

No porque lo dijo el Papa debe necesariamente ser cierto, pero…algo sabe el Hombre ¿ o no…?.  

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