“La
Jubilación del Profesor Universitario y el desperdicio del saber y la
experiencia”
– Una
cuestión para debatir y animarse a cambiar -
Escribe: Ing. Mario Jaraz
Vivimos un mundo en permanente
evolución.
En todos los ámbitos.
Hasta sentimos y padecemos intestinos
acomodamientos en el interior de nuestro planeta que parecerían ser una
incentivación y hasta una provocación a la imaginación del hombre para la
persistencia en la búsqueda del saber.
Existe una dinámica de constante
progreso. De cambio. De transformación.
Muchas de las que hasta ayer parecían
verdades absolutas van sufriendo mutaciones y alteraciones al compás de nuevos
descubrimientos de las ciencias, nuevas ideas, diferentes visiones.
Todos los campos del saber y el
conocimiento ven invadidos sus espacios por nuevos descubrimientos y nuevas
teorías producto de la sabiduría de hombres que no detienen su instinto de
superación y permanentemente proponen innovadoras hipótesis y presunciones.
El mundo, autodenominado civilizado, fue
creando espacios en los que se propician la investigación, la indagación y
la averiguación, que conviven junto a
las universidades, diseñadas como los grandes centros difusores del
conocimiento a partir de la instrucción y la educar.
Estas eran las herramientas que no solo deberían promover la
búsqueda de lo nuevo, sino que contribuir al mejor uso y efecto de las
consecuencias de los logros, en la vida
de la sociedad.
Hay países del mundo que perdieron el
ritmo y hoy deben acudir a métodos y procedimientos trasplantados y por ello
muchas veces fracasados.
Otros, que supieron entender las
responsabilidades y posibilidades de este presente globalizado, pleno de alternativas positivas, que
fueron lo suficientemente eficientes y hábiles como para transformar en
conocimiento la vastísima información que circula por una de las grandes
creaciones de este mundo distinto que vivimos que es Internet. Estos paises
tienen la enorme posibilidad de transformar la vida de sus sociedades, y
conforme a la ideología que ostentan los
gobiernos actuantes en cada uno de
ellos, comenzar a doblegar los factores que potencian la existencia de grandes
injusticias sociales, hambre, marginación y discriminación.
En nuestro país el tema de la educación
se ha transformado, debido a grandes incoherencias ideológicas y a causa de la increíble
creencia de que lo logrado siempre tiene la aptitud de conservar su excelencia
aún cuando detenga su andar frente a una realidad que requiere movilidad, en
una ecuación a la cual nadie logra resolver porque no promueve la necesidad de
revisar la importancia y trascendencia de cada uno de sus términos para entre todos encaminarla por el mejor camino.
La editorial del Diario La Nación del
domingo 11 de mayo en uno de sus párrafos expresaba: “… hemos caído en calidad educativa. Ya no tenemos casas de
estudios en el selecto grupo de universidades de mayor prestigio del mundo y un
amplio sector de nuestros alumnos secundarios ni siquiera puede dar muestras de
una mínima eficiencia en las pruebas internacionales...”
La mención que realiza el Diario al
sector universitario nos provoca una reflexión sobre un tema que nos parece la
demostración más clara de la falta de ubicación o la errónea lectura que desde
este sector se realiza sobre la impactante
influencia que la evolución
universal ha tenido sobre la vida misma
de cada uno de los seres humanos, entre los que están los profesores y ellos
mismos, y la ignora manteniendo
determinaciones que no se conjugan en absoluto con lo que la realidad
determina.
La Universidad Nacional del Nordeste, y
creo que todas las universidades argentinas, se dan el lujo de desperdiciar la
experiencia y el conocimiento de todos aquellos profesores que llegados a la
edad de 65 años, obligatoriamente debe jubilarse, cuando no hace falta ser un
especialista para saber que hoy esa edad es la que en la gran mayoría de las personas dedicadas al trabajo
intelectual, logran un grado de
sabiduría excelente.
No todos, por diversas circunstancias
tienen el deseo de continuar ejerciendo la docencia y aspiran para su vida un
futuro diferente, por lo cual la jubilación es un derecho que no se les puede
negar, pero para aquellos que mantienen viva la vocación de enseñar, y a través de la herramienta más idónea que
es el concurso de antecedentes y oposición
no sólo se logra determinar el nivel de conocimientos sino también la
lucidez y aptitud de quien desea optar por la continuidad, la Universidad debe
reglamentar necesariamente las formas para que lo hagan. No todas la
actividades del hombre registran las mismas condiciones.
La opción que precisa darse la
Universidad es la de darse el lujo de poseer docentes que aseguren un nivel
superior de transmisión de conocimientos.
Me decía un dirigente de Franja Morada
en ocasión de una conversación sobre este tema puntual, que la jubilación de un
profesor mayor de 65 años, aún a costa de desaprovechar, tal vez, algún grado de calidad, significaba la
apertura de un espacio para un nuevo docente de quizás mayor calidad, aunque
seguramente menor experiencia, al que el
veterano parecía estar taponándole el camino, lo que automáticamente trajo a mi
memoria lo que la sabia Reforma Universitaria del año 1918 planteaba para casos de la
existencia de profesores con niveles de calidades similares y a los que la Universidad, en nombre de la excelencia, deseaba contar en su plantel, entre otras
alternativas la creación de cátedras paralelas, las cátedras simultáneas, etc.,
dándole así, a los alumnos la posibilidad de optar a que clase querrían
concurrir.
Un pretendido análisis de la evolución
del mundo de las ciencias, las ideas, el conocimiento y el saber, me llevó,
debido a mi preocupación por el futuro inmediato de mi país, al problema de la Universidad y
su actual característica de despreciar la experiencia y el conocimiento, lo que
me permite recordar un pensamiento reiterado por el Papa Francisco (no textual)
“Para la corrección de muchos de los
problemas del mundo es necesario rescatar en forma urgente para compatibilizar
su accionar, la energía de la Juventud y la experiencia de los mayores”.
No porque lo dijo el Papa debe
necesariamente ser cierto, pero…algo sabe el Hombre ¿ o no…?.
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