miércoles, 9 de septiembre de 2009

CON VOTAR NO ALCANZA

Ing. Mario Jaraz

Cuando en la permanente búsqueda de artilugios a través de los cuales contribuir al mejoramiento de los Partidos Políticos y por ende de la Política misma, oteamos la diversidad de cuestiones que nos preocupan de su funcionamiento y los contraponemos con las ideas que la lectura, el debate, la experiencia y nuestras personales apreciaciones entienden como básicas para conseguir el objetivo, la primer conclusión a la que arribamos es que si algún escollo existe, es nuestra propia inoperancia por trocar formas y normas que se instalaron en forma simultánea con el desprestigio de la política, y especialmente de los políticos.
El alejamiento real que existe entre la sociedad en su conjunto para con los partidos políticos, es ciertamente abismal y preocupante si tomamos en cuenta que de las entrañas de estos es de donde surgen los hombres que ocupan los diferentes cargos de decisión del Estado, siendo estas decisiones las que van conduciendo al país, y como consecuencia a todos y cada uno de sus habitantes, por caminos surgidos de sus conocimientos, sus humores, su formación y en muchos casos de sus propios intereses personales.
Esta situación debe preocupar porque los partidos políticos son un instrumento insustituible del régimen democrático de gobierno que los argentinos hemos adoptado para nuestra República y la persistencia de un escenario en el cual la gente, más allá de sus simpatías y adhesiones a alguno de ellos, se desentiende totalmente del destino de los mismos, contribuye al debilitamiento del sistema y al empobrecimiento de propuestas que, y la experiencia nos lo demuestra claramente, no terminan de diseñar un rumbo venturoso para el País que automáticamente se refleje en cambios que rompan contextos que ya hace mucho dejaron de ser coyunturales para transformarse en permanentes y estructurales.
Un porcentaje sumamente importante de la responsabilidad del fracaso del país puede ser imputada a sus partidos políticos.
Una rápida mirada por el interior de cada uno de ellos nos llevará a la triste realidad de comprobar que los mismos aún se sostienen en formas, normas e ideas que promovieron sus fundadores.
Aún en los más nuevos y hasta en los que vieron la luz en los últimos tiempos y que adoptaron la forma de partido pero son simples refugios de las ambiciones y pareceres de determinados personajes que se movilizan especialmente al influjo de sus aspiraciones personales.
No estoy volcando sobre los partidos políticos la frustración que como sociedad debemos tener por no asumir con auténticas convicciones nuestras responsabilidades individuales y colectivas, solamente intento hacer un llamado a que reflexionemos sobre el tema.
Los hombres que integran los partidos políticos surgen de esta misma sociedad que se acostumbro a convivir con sus males y evita ser protagonista activa de las soluciones, observando hasta con un grado de indiferencia, que podríamos denominar de imprudente, una realidad que directa o indirectamente la incluye.
Quienes por vocación participamos en los partidos políticos, debemos comprender y asumir esta verdad y dedicar nuestra inteligencia y capacidad en transformarla.
La sociedad debe entender que los Partidos Políticos no son el refugio de algunos, sino una responsabilidad colectiva, de todos, pues ellos son la cantera de la que deben surgir, con los conocimientos precisos y la capacidad demostrada, aquellos que tengan la responsabilidad de conducir los destinos de la República.
Por eso es obligación golpear las puertas de los partidos, entrar, participar, responsabilizarse, aportar, debatir, entonces podremos decir con orgullo que estamos brindando nuestra inteligencia y posibilidades al crecimiento y desarrollo del país.
Participar en los partidos políticos, en la política, no debe implicar la búsqueda de espacios de poder, de cargos públicos, sino que estamos asumiendo la sublime tarea de responsabilizarnos por nosotros, nuestras familias y nuestros semejantes.
Convenzámonos, solo con votar
no alcanza.

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