domingo, 7 de marzo de 2010

“EL PROTAGONISMO DE LA CIUDADANIA”

Por: Ing. Mario Jaraz

Según los intereses, orientaciones y posición frente al Poder Ejecutivo Nacional, los distintos medios de comunicación, al igual que los diferentes sectores políticos, fueron planteando lo sucedido en el Senado de la Nación desde ópticas muy diferentes.
Fue el día en el cual la oposición, haciendo uso del numero de Senadores que coincidían con la idea de cómo debían conformarse las comisiones de trabajo, del ejercicio de la presidencia de cada una de ellas, como también qué sector debía detentar la mayoría, a despecho de las pretensiones del sector oficialista, hizo valer su mayoría.
Algunos comunicadores y opinantes le agregaron a lo sucedido un alto grado de dramatismo diciendo que lo sucedido podía catalogarse como “una especie de golpe de estado” que impediría el funcionamiento normal del Poder Ejecutivo,
Otros vivían con euforia la situación considerándola como una maniobra de alto vuelo político de parte del sector político y una derrota del Partido Justicialista.
Pero ninguno en estas circunstancias hizo alusión a algo primordial.
El protagonista fundamental de lo sucedido fue la ciudadanía argentina que, con su voto en las elecciones legislativas realizadas en junio ppdo. determinó que esto debía suceder.
Fue la ciudadanía la que provocó una composición diferente de los bloques legislativos.
Fue la ciudadanía la que estableció que el Congreso debía recuperar para sí el rol que la Constitución le encomienda dentro del marco de la articulación de la República Democrática.
Fue la ciudadanía la que restituyó el equilibrio de poderes.
Todos preveíamos que esta situación se produciría al momento de que los nuevos legisladores asumieran sus mandatos salvo que, algunos optaran por defraudar la voluntad popular.
No hubo sorpresas. Los nuevos legisladores cumplieron con lo prometido por sus agrupaciones políticas en las respectivas campañas electorales, aún los justicialistas catalogados como disidentes que, tanto en los tiempos preelectorales como en el momento que debieron actuar como oposición en el actual Senado de la Nación continuaron demostrando su conflicto para con la conducción de su partido y de quienes conducen el Poder Ejecutivo Nacional.
Esta escisión patentiza un resquebrajamiento en la estructura del Partido Justicialista que al tiempo que expone la carencia de un liderazgo capaz de imponer conductas, también muestra la falta de un debate interno capaz de promover nuevos espacios de coincidencias.
Sin ser excesivamente rigurosos en el análisis podemos afirmar que esto último, la falta de debates, es un mal que aqueja a los políticos en general, a lo que podemos agregar otro elemento que contribuye fuertemente al debilitamiento de las estructuras de los Partidos Políticos que es la debilidad con que se sostiene la identidad partidaria y el sentido de pertenencia.
Pero es preciso tener cautela.
El justicialismo ha demostrado históricamente su capacidad para superar situaciones difíciles cuando lo que esta en peligro es la posesión del poder.
Todo depende a que responde la ruptura.
¿Es una lucha por la determinación de quien detenta el poder o estamos en presencia de un cisma producto de profundas e insuperables diferencias ideológicas?.
Aunque parezca una ingenuidad plantearlo, creo que no esta suficientemente claro el panorama, por lo que debemos, en nombre de la coherencia política y el futuro institucional preguntarnos: ¿Cuánto tiempo durará la ruptura?
Sin dudas que el tiempo es el dueño de las respuestas.
Sólo el tiempo se encargará de demostrarnos si la voluntad popular quedará plasmada y sostenida por los hombres surgidos del acto electoral o si el compromiso resulta endeble porque no puede superar el marco de las ambiciones personales.
Es preciso realizar este homenaje a la tan despreciada “inteligencia popular”, que así como supo en oportunidades cometió errores por no ser lo suficientemente rigurosa en el uso de su capacidad de análisis y en temas tan importantes como la política priorizó los sentimientos a la razón, debemos admitir que, pese a que a muchos pueda molestarle la aseveración, la sociedad actuó en junio del 2009 con suma presteza en defensa de la República.
El país adolece de complejidades extremadamente importantes como el hambre, la desocupación, la marginación, etc. y la gente con el fin de “tratar de ser”, “de buscar dignidad”, opto en junio por ampliar el marco de responsabilidades, dotando a todos aquellos que tienen obligaciones, por el cargo que ocupan a trabajar en conjunto y relación directa en la búsqueda del bien común de la sociedad, que, por tan lejano, pareciera un problema ajeno.
Salvo por la comodidad que otorga, y que por eso subyuga y preocupa tanto a los actores políticos, la república democrática no prevé el manejo uniforme de los Poderes Ejecutivo y Legislativo como condición necesaria para el buen cumplimiento de sus funciones, y si promueve que todos aquellos grupos que lograron representación en la conducción del Estado, cualquiera sea el rol que ocupen, puedan tener un protagonismo trascendente que les permita justificar su presencia.
Depende de los políticos, honrar la encomienda recibida, trabajar con el debate, la búsqueda del consenso, de aceptar opiniones diferentes y comprender que el poder y la representatividad que les otorgó la sociedad es temporario.
¿Estamos creciendo como sociedad? ¿Está la sociedad dispuesta definitivamente dispuesta a protagonizar la lucha contra las desviaciones que frecuentemente la postergan?
¿Estamos madurando o nos encontramos sólo ante una mera sumatoria de casualidades?

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