sábado, 10 de abril de 2010

“HABLANDO DE RICARDO ALFONSIN”

Escribe: Ing. Mario Jaraz

El crecimiento positivo de la imagen de Ricardo Alfonsin en el sentir de la sociedad, es una verdad que, como la gran mayoría de los hechos de la vida diaria, encuentra a gente que la alegra y a gente que le produce molestia.
Este “hecho de la vida diaria”, de directa ingerencia en la vida de la Unión Cívica Radical, obliga al inmediato análisis de los porque de las sonrisas y de los porque de los gestos adustos.
Particularmente me resulta sumamente agradable referirme a los porque de las sonrisas ya que, desde mi visión particular, ellas son como un síntoma de la recuperación del respeto de la gente hacia la esencia misma del pensamiento radical.
Los eternos agoreros minimizan el valor de Ricardo argumentando que el mismo debe su posicionamiento a la potenciación del apellido Alfonsin a partir del fallecimiento de su padre, nuestro querido e inolvidable Don Raúl, cuestión innegable, pero siendo objetivos en el razonamiento, debemos admitir, y la historia lo demuestra, que el portar un apellido famoso no es elemento suficiente para adquirir conocimientos, capacidad, prestigio, adhesiones, si a dicha circunstancia no se le agregan condiciones personales especiales que, al tiempo de demostrar la aptitud para honrar un apellido, demuestren la posesión de dones aptos para enriquecer y estructurar una personalidad propia que integre ambas particularidades.
En el caso del correligionario Ricardo Alfonsin hay que admitir que esta dotado de aptitudes que le permiten manejar con total naturalidad dichas circunstancias.
La oratoria del mismo es altamente creíble y tiene la virtud de mostrarlo como un vínculo inseparable entre el ser, la conducta y la doctrina radical.
Esta integridad posibilita el rescate de la importancia de los valores esenciales de la vida en comunidad y la factibilidad de recuperar el sueño de un futuro digno en el cual la libertad, la igualdad de posibilidades y la justicia sean bienes inviolables de cada ciudadano
. Todo en una sociedad a la que el desaliento y la resignación están atacando con total impunidad al compás de teorías que no contemplan al hombre, su problemática y su realización como centro fundamental en los actos del Estado.
El mensaje que está transmitiendo Ricardo Alfonsin, partiendo de una sólida formación principista y radical, no intenta seducir a partir del ofrecimiento de un bienestar inmediato en una república utópica, sino que apela al rescate de la “autoestima” de cada uno para encarar dentro, de las particularidades que surgen de su formación doctrinaria radical, a ocuparse en conjunto a la búsqueda del “bien común” como objetivo primario y fundamental.
Combina la preocupación por la solución de los problemas materiales que acosan a diario a cada ciudadano con el incentivo del desarrollo de las posibilidades integrales de cada uno.
Como dijera un ex -rector de la UBA al referirse a lo que necesariamente deben saber transmitir los docentes, “puede entusiasmar por que transmite entusiasmo”.
Para el radicalismo, en este tiempo de decisiones fundamentales, la presencia de un dirigente con una identidad tan definida, inconfundible en su esencia y previsible en su adhesión incondicional, representa una posibilidad invalorable que debe ser “aprovechada” en todo su potencial.
Con el objeto de no eludir ninguno de los cuestionamientos que sus adversarios le endilgan, es importante referir cuando se refieren a su falta de experiencia en el gestionar gubernamental, que de la lectura de sus mensajes se desprende que no niega esta situación, pero promueve confianza al asegurar la actitud de “pensar antes de gestionar”, tal como lo propone el Dr.Romero en un artículo publicado en un matutino de la ciudad de Buenos Aires, lo que si fuera asumido con más asiduidad por muchos de los que dicen tener “gran experiencia en el gestionar”, seguramente los llevaría a cometer menos errores y la comunidad argentina viviría mucho mejor.
Opino sobre el Dr. Ricardo Alfonsin porque como radical me siento reconfortado por tener un dirigente de su cuantía que revive la vieja e importante característica que tenían nuestros predecesores, “al verlo la gente no tenía dudas, sabía que era radical”.

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