lunes, 5 de abril de 2010

“REFLEXIONANDO PARA GANAR... “

Ing. Mario Jaraz

Al Radicalismo, nacional y provincial, lo están llenando de dudas.
Dudas que provocan un gran daño.
Incredulidad. Desasosiego. Preocupación. Malestar.
A los radicales, que aman su partido, que sueñan con su vuelta al poder, que aspiran que gente que conjugue la “verdadera y única” doctrina que por siempre representó una identidad innegociable para la Unión Cívica Radical, sea la responsable de gobernar el país y las provincias que lo integran, algunas cosas que suceden les producen dudas.
¿Realmente tiene nuestra dirigencia vocación de poder?
¿Deseamos ganar?
¡Demostremos que somos una opción distinta! Que no somos más de lo mismo. Que no aspiramos al cambio de hombres, nombres y formas, sino a un cambio profundo, estructural, revolucionario.
Para hacer simplemente lo mismo, la gente seguramente votará a los originales, en cualquiera de sus versiones.
¿Cuáles son las dudas?
¿Nosotros también les creímos cuando dijeron que los radicales no saben gobernar?
Para ganar no sólo hay que pensarlo, también hay que decirlo y actuar en consecuencia.
¿Creemos que a las próximas elecciones las vamos a ganar sólo porque hoy somos buenos opositores?
Escuchamos que nuestros representantes cuando exponen sus discrepancias con los proyectos del oficialismo dicen:”Tenemos otros proyectos presentados”.
¿Cuáles son los proyectos? ¿De donde surgieron? ¿Quién los redactó? ¿Se refleja en ellos el pensamiento y la doctrina radical?
¿Cómo podemos conocerlos?
Necesitamos conocerlos.
Nuestro contacto permanente con la gente nos presenta la necesidad de saber porque nuestros representantes se oponen y que es lo que proponen.
No estamos planteando una cuestión de desconfianza, sino una gran necesidad. La militancia también convence y suma.
Debemos explicar que, más allá de las inseguridades y las conductas que a cada uno puedan causarle quienes hoy dirigen el país, nuestra oposición no se sustenta en subjetividades que darían sustento a la frase “sabemos hacerlo mejor”, lo que de por si ya sería un buen justificativo, sino en profundas diferencias ideológicas que marcan distintas concepciones sobre la sociedad, sus necesidades y sus soluciones.
Disparidades que podrían acuñar un slogan que diga: “¡Porque pensamos distinto!”
Conducir el gobierno exige convicciones. No podemos negar que ellos las tienen. Demostremos que nosotros también las tenemos.
Sus errores son un daño profundo a la sociedad. Sólo por ello no les ganaremos. Nuestra lucha para atemperar las consecuencias no debe admitir claudicaciones ni subordinarse a negociaciones que no impliquen la certeza de la morigeración de las secuelas. La gente debe ver.
La democracia promueve el diálogo, admite el debate, pero la sociedad no justifica debilidades ni falta de audacia.
Hacia fuera del mundo partidario debemos demostrar coherencia, fluidez, constancia y solidez, tanto intelectual como en la manera de actuar y hacia nuestro interior es preciso tener un accionar honesto, cristalino y exento de misterios.
Frente a las divergencias que domésticamente existen es necesario que la dirigencia adopte una actitud clara y demuestre, con hechos concretos, el respeto que se tiene por la inteligencia de los militantes y adherentes al partido.
Se deben terminar los discursos intencionadamente diseccionados; es necesario que se escuche a la gente.
La mejor manera de disipar las dudas es brindando respuestas a todas y cada una de las preguntas, que nadie se sienta condicionado en plantear sus incertidumbres.
El respeto debe ser superior y mandar sobre los deseos de muchos dirigentes de considerarse absolutos poseedores de las factibilidades representativas y dueños de la voluntad general.
Las luchas intestinas en oportunidades son inevitables y capaces de provocar resquebrajamientos que atentan contra posibilidades de éxitos, especialmente si la dirigencia no tiene la inteligencia de encausarlas y transformarlas en una mera confrontación electoral interna que posibilite determinar coyunturales supremacías pero que evitarán rasgar el delgado espacio que existe entre adversario y enemigo, verdadero padre de derrotas y rupturas.
La habilidad puede determinar espacios para todos, pero la grandeza debe ser el adjetivo que provoquen las conductas.
¿Por qué algunos se empeñan en impedir que figuras “convocantes” sean protagonistas? ¿Celos? ¿Miedos? ¿A qué?
Errores conceptuales. Nadie es más importante que el partido.
Hay que ayudar, no competir y desgastar impulsados por falsos privilegios.
Las dudas se disipan con hechos concretos.
Las ideas se esparcen y germinan cuando hay convicción por compartir y osadía por no decaer.
La identidad otorga fuerzas.
La pertenencia y el convencimiento promueven compromiso y la vocación de poder el ansia por encontrar el camino hacia el tan olvidado “bien común”, emblema de nuestro partido.
¿Solo los radicales podemos?
Los radicales y todos aquellos que quieran entender...
Para honrar al radicalismo y a sus grandes hombres, hay que borrar las dudas si queremos tener la posibilidad de ser.

Termino:
¡Cuidado! Medios de comunicación que opinaban positivamente estan comenzando a publicitar nuestras incoherencias.
¡Prestemos atención! No los ayudemos a que no nos ayuden.


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