miércoles, 22 de julio de 2009

PRÓLOGO DEL NUEVO LIBRO DE PILAR RAHOLA

ESCRITO POR EL EX PRESIDENTE DE URUGUAY, JULIO MARÍA SANGUINETTI.

En torno a lo políticamente correcto: Vivimos el tiempo de lo "políticamente correcto".
Si alguien dice ser de izquierda, pues tendrá que hablar de los derechos humanos (aunque calle lo que pasa en Cuba o Venezuela), declararse profundamente feminista (pese a que se haga el distraído con lo que le ocurre a las mujeres islámicas), aplicar el adjetivo "salvaje" al capitalismo (ignorando la economía socialist a de mercado en China) y por supuesto ser antisionista (versión edulcorada y mentirosa del antisemitismo).
Contra todo este modo falacioso y cobarde es que se levanta la voz de Pilar Rahola.
Contra lo que Baumant llama el "pensamiento líquido", o sea ese material viscoso que, para sobrevivir, adapta su forma y contorno a la realidad que encuentra. Pilar es de verdad de izquierda, en el sentido auténtico del término: o sea creyente en la justicia social.
Pero no por ello partidaria de sacrificar la libertad en ese altar, como hizo el marxismo cuando en nombre de la igualdad construyó el sistema más represivo y estamentario de la historia, con su siniestra nomenklatura y sus ominosos goulags.
Por supuesto, hace rato que izquierda y derecha no se distinguen por el autoritarismo, después que en sus versiones dogmáticas ambos han construido autoritarismos totalitarios y con pretensión de eternidad los de izquierda, como la vieja Unión Soviética; dictatoriales y mezclados con moralismo y religión, como el viejo franquismo, en la derecha.
Lo que le importa a la autora es la libertad y la verdad.
La libertad en todas sus dimensiones, libertad individual, libertad nacional, libertad racial.
Eso de fundar las Naciones Unidas sobre la base de una maravillosa declaración de derechos humanos y luego aceptar que ciertos gobernantes árabes se nieguen a saludar y trabajar con mujeres no es izquierda ni derecha, es abominación de la libertad en su raíz misma y negación de la verdad.
Es magnífico asistir a un combate así.
Como el de Marc Bloch cuando refundaba la historiografía, o Raymond Aron cuando aceradamente describía las injusticias de las sociedades que se organizaban para construir un hombre nuevo o las que, a la inversa, imaginaban detener el progreso de la ciencia, la liberación femenina y la laicidad del Estado.
O el de Max Weber cuando nos explicó la necesidad del Estado como monopolista de la fuerza y los riesgos de s u autoritarismo burocrático.
Por cierto esta lucha de Pilar Rahola no pretende construir monumentos intelectuales como el de esos maestros.
Más cerca del aquí y ahora, se enfrenta a los lugares comunes del periodismo equilibrista, a la cobardía de las burocracias nacionales e internacionales, al adecenamiento de una intelectualidad preocupada por los honores (y los derechos de autor) más que por el culto a la verdad.
Lo hace en la vida diaria de los periódicos y las conferencias.
Y por cierto choca con muros y recibe piedras que van pavimentando su camino.
Ojalá mantenga siempre esa fuerza para seguir empleando su talento en causas sin precio.

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