lunes, 30 de marzo de 2009

UNA RESPUESTA A TONI SAAVEDRA -Pero no a él solo-

Estimado Toni:
Leyendo tu mensaje, que te agradezco mucho, y la nota tuya que publicó un portal de noticias, uno no puede llegar a ninguna otra conclusión de que estas disgustado, con muchos más de uno, pero según mi modesto entender, con el riesgo de perder objetividad y cometer un acto erróneo: irte del partido, dejar la militancia.
La participación activa en la política no es una actividad que este asociada permanentemente al éxito, al beneplácito y a que nuestra manera de pensar, que siempre estimamos es la mayoritaria y mejor, sea la impulsora de lo que entendemos correcto y más acertado. Más de una vez nos encontramos de que las cosas no salen como queremos y esto lo primero que nos provoca es una sensación de fracaso, de desasosiego.
La zozobra que nos provocan las decepciones, si bien en lo inmediato hasta nos promueven el desaliento y nos inducen a subestimar nuestras propias posibilidades, deben ser contrarrestadas con las convicciones, con el convencimiento de que el camino que elegimos a lo mejor nunca fue el más fácil, pero si las convicciones se sustentan en cuestiones ideológicas y principistas, ellas deben ser las que nos deben vigorizar para poder continuar en la lucha.
Un partido político, aún cuando este integrado por personas que en lo global conjugan una ideología que los identifica, tiene matices internos que surgen de las posibles diferentes interpretaciones que cada uno tiene de las ideas como también de cómo y de que manera se deben cumplir las formas y aplicar los métodos que hacen a la vida formal del partido.
Esto, no una sino muchas veces, puede provocar rispidez entre los componentes del partido, pero te imaginas que pobre destino tiene el grupo social si frente a cualquier divergencia cada uno opta por separarse e irse del grupo.
El pertenecer obliga y cuando se es dirigente, cuando se tuvo la suerte de que los amigos, la sociedad, hayan confiado en uno y posicionado en un cargo de responsabilidad, mayor debe ser la capacidad de razonamiento para poder entender a quien se perjudica y a quien se beneficia cuando se juega con posturas extremas.
Todo es factible de ser cambiado, pero desde el protagonismo, nunca desde la periferia o la observación.
A todos todavía nos falta mucho por aprender, mucho por hacer y mucho por entender, pero el futuro es de aquellos que osadamente son capaces de brindarse íntegramente y en cada momento en pro de una causa noble y justa como es la del radicalismo, haciendo docencia dentro del ámbito que le toca actuar con la fe de que es posible. Admitiendo asimismo que el tiempo es un aliado, pero siendo siempre leal al grupo que a uno lo recibió y lo cobija.
La dinámica de las ideas posibilita cambios, pero si uno esta convencido de que la idea que hoy profesa aún no ha sido superada, tiene la obligación de continuar, por respeto a uno mismo, sabiendo que hoy quizás no resulten motivadores los métodos que mayorías eventuales apliquen.
¿Que indica la realidad?: que nunca triunfó un ausente. La lucha partidaria nos intima a buscar los muchos otros espacios que tanto la política como el partido ofrecen para protagonizar la construcción de la propia vida, pero nunca irse, nunca abandonar, eso es señal de debilidad que hace mucho daño a algo que queremos tanto como, en nuestro caso particular, la Unión Civica Radical que, es bueno decirlo, no es propiedad de coyunturales dirigentes sino de la silenciosa y anónima militancia que siempre es capaz de decir presente ante cualquier situación extrema.
A esto hay que tomarlo muy en cuenta.
Todo lo que te digo a vos, me lo estoy diciendo a mi y a muchos otros disconformes que existen.
Yo seguiré trabajando, pero nadie tiene derecho a criticar a quien desee dejar de hacerlo.
Un abrazo.
Mario Jaraz

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