jueves, 14 de enero de 2010

¿ES FACTIBLE CAMBIAR O ES PARA SIEMPRE…?

Ing. MARIO JARAZ

SEGUIMOS PENSANDO

Decía el Dr. Raúl Alfonsín en su libro “Democracia y Consenso” (pág.67) “Poco se logrará, sin embargo, si no se piensa en la educación. Es en la formación democrática del ciudadano donde debe encontrarse la metodología correcta para combatir la barbarie. Nadie duda de que la educación desempeña un papel central en la construcción de una sociedad democrática, solidaria y moderna, objetivos del Estado Legítimo”.
En el párrafo siguiente agregaba: “De ella depende, de manera principal, el desarrollo de una cultura democrática, además de la formación de hombres y mujeres aptos para dar respuestas a los crecientes desafíos de los cambiantes y cada vez más complejos sistemas de producción”.
Que alejados de estas concepciones se encontraban los dirigentes que conducidos por el Dr. Carlos Menem asumieron la responsabilidad de conducir el gobierno del país en la década 1990-2000 y ejerciendo importantes funciones.
Le impusieron al país un Plan Económico Social que más allá de intentar transformar la esencia protagónica del Estado en las diversas circunstancias de la vida de los argentinos, al permitir y hasta determinado punto promover, una brutal concentración de la riqueza y el poder en unos pocos privilegiados, en cuyas manos quedaron las diversas fuentes de producción de bienes y servicios, se provocó un despiadado tránsito de gente entre los estratos sociales con permanente tendencia hacia la inferior.

COMPETIR

Todo este dañino desquicio era presentado a la sociedad como el camino necesario a transitar para introducir al país en el grupo de las naciones desarrolladas cuyos ciudadanos disfrutaban de bienestar.
Incentivando en la sociedad el sentimiento de culpa por la situación de inestabilidad que permanentemente vivía el país, aduciendo fundamentalmente a la formación de una conciencia que al despreciar la competitividad, frenaba el desarrollo y ocultaba su ineficiencia trasladándosela al Estado, la indujo a introducirse, so pena de continuar descendiendo, en una descontrolada y desaforada búsqueda del espacio de la competencia.
La desmedida y descomunal confrontación que se impuso, digna de los tiempos de los circos romanos de la edad media donde la sobre vivencia quedaba supeditada exclusivamente a la supremacía, que admitía hasta la destrucción total del rival, tuvo la malignidad de suplir valores fundamentales auspiciantes de la convivencia que fundamenta una comunidad como el respeto, la tolerancia y la solidaridad.
Se transitaba sobre falsos valores que impedían el desarrollo de objetivos comunes.
Aún cuando se publicitaba lo contrario, se estaba potenciando la marginalidad.
La posibilidad del acceso a una salud y educación aptas y dignas, baluartes del crecimiento colectivo, fue cada mes más ceñida a un grupo de privilegiados, que serían en el futuro, desde lo teórico y lo práctico, los dueños no sólo de lo material sino también de la dignidad de la gente.
A la comunidad, todavía hoy, le esta costando mucho desatar el ajustado nudo con el que se les impuso esa actitud frente a la vida, totalmente reñida con aquella que había vivido y la historia le relataba, que sin acercarse a la perfección, le permitía por lo menos ostentar sueños de crecimiento y cambio.
La dignidad, el bienestar y la prosperidad de la sociedad y sus integrantes no pueden subordinarse a políticas y doctrinas que no lo tengan al hombre como centro de sus objetivos.
Aquellos dirigentes nunca pudieron, o no quisieron, explicar como era factible crecer en comunión respetando valores como la igualdad y la libertad partiendo de ese maligno sistema de competencia, y despreciaron una herramienta que bien utilizada y presentada como instrumento de crecimiento colectivo resulta un mas que importante factor de progreso.
Para trocar esta deformación, aún presente en un grado muy importante, hacen falta, sin dudas, además de educación formal e informal, aportadas con toda intensidad, ejemplos a imitar y seguir y ese es un déficit que aún, como sociedad, hoy, no hemos logrado cubrir.
Será preciso perseverar, insistir, puesto que en la reversión de este tipo de conductas se encuentra depositada una gran parte de la posibilidad de la necesaria refundación que desde lo conceptual, desde lo básico, precisa nuestra sociedad.

LA DESIDEOLOGIZACION

Intentemos mirar otro punto importante en nuestra sociedad de hoy-
Es seguro que a cada uno de nosotros hay alguna ideología, algunas ideas, que nos seducen más que otras.
Este es un punto especial.
Ayer, contemporáneamente con la cuestión de la “imprescindible necesidad de ser competitivos”, se hablaba que había llegado “el fin de las ideologías”.
Hoy, al observar las actitudes y acciones de nuestros dirigentes en su desmesurada tarea por acceder al poder, cambiando de partidos, regresando a los anteriores, proponiendo alianzas de cualquier naturaleza, sin justificar ni explicar los porque de sus acciones y gestos, podemos colegir, sin temor a equivocarnos que, la devaluación que aquella falsa teoría del “fin de las ideologías” produjo sobre la conducta, las ideas, el razonamiento y el simple hecho de pensar, en una gran sector de nuestra dirigencia y población, un daño que aún no ha sido corregido con la profundidad necesaria.
Los males de una sociedad se agravan cuando las conductas de sus dirigentes dependen o se subordinan exclusivamente a humores circunstanciales y dejan de lado las virtudes, que con sus defectos, tienen las ideologías, a las que solo apelan en las ocasiones en que precisan o pretenden parecer diferentes.
Es entonces cuando con mayor intensidad se visualizan las falencias y se patentiza la trivialidad de una dirigencia poco apegada a la importancia de una ideología.
Una ideología no es un texto estático, muerto, al que se apela cuando uno siente cuestionada su identidad. Una ideología, un pensamiento, una doctrina, es dinámica, provocación, compromiso, y estos requerimientos precisan del estudio constante y la profundización permanente, para lo cual es preciso tener voluntad y convicción.
No hay que tenerle miedo a las ideologías, hay que ayudar a que cada uno se revalorice por el hecho de tenerla, hay que potenciar la búsqueda de pensamientos, conceptos, conocimientos, porque de esta manera no sólo estaremos aportando permanente a la superación sino también articulando una defensa contra aquellos que sueñan con imponer teorías que se contraponen con principios esenciales que muchos argentinos hemos elegido para poder vivir en comunidad, como ser, la libertad, la igualdad de oportunidades, la vigencia de los derechos humanos, de la democracia, el funcionamiento de la justicia, entre otros.
A los interrogantes que planteábamos al comienzo de la primera parte de estas reflexiones, publicada por el diario “Primera Línea” del día debemos tratar de continuar buscando detectarles el origen, no para detenernos en el diagnóstico, sino para cambiar.
Hoy avanzamos sucintamente con el análisis de los daños de una competencia desmadrada y el intento del devalúo de de las ideologías y su incidencia en nuestra dirigencia y gran parte de nuestra sociedad, y debemos seguir, desafiarnos con la continuidad porque estaremos contribuyendo a la refundación de nuestra sociedad. Podremos, seguramente, vivir mejor.

FUNDAR UN NUEVO TIEMPO

Al temor a errar que promueve el silencio, que resulta pernicioso en la hora de sumar actores, debemos contraponerle el respeto por la honestidad intelectual, de manera tal que ejerciendo el libre juego del estudio y el razonamiento, cada uno sea apto y capaz de ofrecer, a partir de su experiencia y conocimientos, nuevas alternativas de cambio.
Comencemos animándonos a plantearnos de que nada es utópico ni quimérico.
Pero apelando a la realidad.
Debemos rechazar esquemas y frases intencionadamente armadas.
Un ejemplo: “No se respeta la voluntad popular”.
Frase muy escuchada últimamente en nuestra provincia.
¿Qué voluntad popular no se respeta?
La Matemática es una ciencia exacta. Los valores de los números no admiten interpretaciones.
Con total objetividad podemos decir que la realidad indica, con toda claridad, que la voluntad popular expresada en votos en las urnas durante las diferentes elecciones realizadas, ha determinado que la actual Cámara de Diputados de la provincia esté integrada por dos sectores de dieciséis integrantes cada uno.
Esto es lo que determinó la voluntad popular.
Que hoy un partido o una alianza haya triunfado sobre otro, no determina que se deban obviar las situaciones que anteriores elecciones fueron produciendo.
Pretender que el resultado de hoy prime por sobre todo lo anterior, promovido por la misma sociedad, no solamente resulta absurdo sino que promueve el desconocimiento de la continuidad jurídica del estado y esto resulta cuando menos preocupante.
Usando artilugios netamente lingüisticos que sólo buscan adhesiones para la construcción de una irrealidad presentada como real, lo único que estamos haciendo es confundir y despreciar la inteligencia de la gente.
En nombre de un futuro diferente, es preciso erradicar estos usos.

¿PERONISTAS Y RADICALES JUNTOS?

Si valorizamos la ideología, animémonos a decir con total honestidad que resulta imposible una alianza entre peronistas y radicales para ocupar el Poder Ejecutivo. Nacional o provinciales.
Más allá de las especulaciones o valoraciones que se puedan efectuar sobre la representatividad ideológica partidaria tanto de Kirchner como de Cobos, lo que está sucediendo hoy en el Poder Ejecutivo Nacional es un elemento propicio para debatir el tema.
Radicalismo y peronismo tienen ideologías, miradas y definiciones diferentes. Respondemos a distintos orígenes y leemos la realidad de diferente manera. La historia y las ideas que nos transmitieron quienes transitaron las filas de cada partido y a las que adherimos como propias, nos llevan a transitar por caminos diferentes.
No somos iguales, sino constituiríamos un solo partido.
Pero el hecho de ser distintos no debe transformarnos en enemigos. Somos nada más que adversarios. Gente que sobre un mismo tema piensa distinto, pero que no hace de esa diferencia un motivo de guerra.
Es preciso entender. La existencia de ideas diferentes permiten aspirar a algo mejor y para ello, la democracia, que diagrama la república, que determina poderes, creó el Poder Legislativo, que es el espacio propicio para que se confronten las ideas y con grandeza se admitan las correcciones, admitiendo que el acuerdo es una posibilidad que puede o no darse.
El funcionamiento del Poder Ejecutivo requiere de acciones y decisiones de una diversidad e inmediatez que normalmente pueden superar el alcance de los acuerdos preelectorales, y es en lo no previsto, en lo impensado, donde indefectiblemente se patentizarán las diferencias que difícilmente puedan ser obviadas continuamente.
Es un tema que amerita reflexiones, pero también extrema honestidad tanto intelectual como material.
La aspiración de poder no puede superar la profundidad del análisis que debe sustentarse en el respeto a la gente.
Este parecer, no es descreer de la posibilidad del acuerdo, sino por el contrario evitarle a la sociedad la confusión y el desconcierto, dado que es factible que sobre un mismo tema, ambos integrantes piensen o actúen diferente.
Y lo mínimo que se le puede exigir a un Poder Ejecutivo, es coherencia..
La coherencia convoca, a quienes piensan igual y a quienes no.
No estamos teorizando.

LA PRIORIDAD ES LA TRISTE REALIDAD
LAS SOLUCIONES REQUIEREN INVOLUCRAMIENTO


La problemática que hoy vive nuestro país, en el que la crisis financiera internacional todavía emite ondas negativas que impiden superar los graves azotes que la misma provocó en nuestra economía, continúa mostrando, más allá de las estadísticas oficiales y algunas pseudo-independientes, que la pobreza y la marginación subsisten provocando estragos, que la inseguridad, más allá de los síntomas psicológicos que pueden sobredimensionar su presencia, prosigue al orden del día, la desocupación, aunque tengamos en cuenta los pequeños atisbos de recuperación económica que en algo mitigan el drama, persiste con su perversa acción desintegradota de la sociedad y se eterniza como un fantasma que nos va envolviendo lentamente porque ya resulta imposible disimular la realidad multiplicando los planes de asistencia social, y los esfuerzos que realizan las autoridades conforme a sus diferentes responsabilidades, resultan ineficientes para conformar un plan de acción que otorgue certezas de tiempo y dimensión.
Es preciso diseñar políticas de Estado que superen el compromiso ético que tiene el Gobierno de atender y proveer a la subsistencia de los ciudadanos. Políticas de Estado que no sólo provoquen expectativas favorables sino que tengan la suficiente solvencia y solidez técnica como para generar acciones pro positivas que provoquen a la sociedad y especialmente a todos los actores de la actividad económica, a involucrarse en un camino común que si bien en principio servirá para mitigar los déficit promovidos por la situación, provean la certeza de la continuidad en el tiempo insertando al país nuevamente en la senda del crecimiento.
Estamos en tiempos de sacrificios que requieren de acciones que contribuyan a aminorarlos. Todo será mucho más factible de lograr si el hombre se siente involucrado, si se ve protagonista real del diseño de las propuestas, si encuentra en estas propuestas reflejadas las soluciones a sus problemas, y esto se logrará si el hombre se transforma de observador pasivo en actor activo de los hechos.
Y es entonces cuando vamos a encontrar que no tenemos particularmente preparados ni a los partidos políticos ni a la gente para que esta efectiva participación se produzca.
Hay muchos que se encargan permanentemente de denostar a la política y a los partidos políticos, pero hay pocos dispuestos a trabajar con todo vigor para que el cambio de estilo se produzca.
Para refundar la sociedad es preciso recuperar el prestigio de la política y lograr un diseño nuevo, ágil y atrayente para los partidos políticos.
Ser rigurosos en la elección de nuestros dirigentes y sentirnos partícipes directos e imprescindibles en la determinación del futuro de nuestra vida y la de nuestra sociedad.

FINAL

Vamos a terminar con una frase del Dr. Raúl Alfonsín, también del antes citado libro que dice: “Hay que emprender una gigantesca reforma cultural que instaure un respeto general por normas de convivencia que garanticen los derechos civiles, que generalicen la tolerancia y resguarden las libertades públicas. Todo eso se llama educación democrática”

1 comentario:

luz dijo...

Felicitaciones Mario Jaraz!!!! si es factible cambiar, sin lugar a dudas. Sucede que hay un sector de nuestra sociedad que mueve grandes intereses y dueña del poder que no permite que cambiemos.
pues el cambio no se condice con sus intereses.