viernes, 8 de enero de 2010

¿ES FACTIBLE CAMBIAR O ES PARA SIEMPRE…?

por:Ing. MARIO JARAZ


¿Es triste pensar que los ciudadanos que participan en los partidos políticos no lo hacen con el fin de aportar a la búsqueda del bien común?
¿Es triste pensar que esa participación esta solo motivada por la ambición por ocupar un cargo público?
¿No sería importante trabajar para que los partidos políticos se transformen en escuelas de ciudadanía superando su actual rol de meras agencias de colocación y de mero espacio de intercambio de influencias?
¿Es una utopía pensar en los partidos políticos como espacios propicios para el debate ideológico doctrinario?
¿No sería importante diagramar los partidos políticos como auténtica fuente generadora de propuestas para la solución de los grandes problemas que afectan a la sociedad?
¿No debería ser una obligación que los ciudadanos acepten el desafío de ser actores de la construcción de su propia vida, la de sus semejantes y la de su país, participando activa y espontáneamente en los partidos políticos por entender a estos como un apéndice fundamental del sistema democrático adoptado como base de la República para garantizar la convivencia?
¿No sería interesante educar para que la sociedad entienda que la política es una actividad extremadamente importante por ser la que gesta todas y cada una de las actividades que hacen a su existencia?
¿No sería necesario trabajar para demostrar que la política y los partidos políticos no son un espacio reservado solo para unos pocos?
¿Se puede lograr que la comunidad respete a sus dirigentes políticos porque estos expresan perfectamente el sentir de la misma?
¿Se puede aspirar que los políticos se respeten entre si y diriman sus diferencias en los lugares apropiados para ello, como los diferentes cuerpos colegiados que el sistema crea con ese fin, concejos municipales, legislaturas, etc, con el objetivo de que en ese debate se produzca el entrelazamiento entre las diferencias y las coincidencias y emerjan del mismo las mejores soluciones y que el público pueda tomar debido conocimiento de ellos?
¿Es imposible anhelar que los políticos respeten a los ciudadanos que depositaron en ellos la confianza para que los representen, cumpliendo con las promesas formuladas durante las campañas electorales?
¿Es una ingenuidad plantear los problemas?
Nuestra sociedad esta cubierta de dramas, preguntas, dudas, incógnitas, descreimiento y por lo que una de las grandes tareas que deberemos encarar con honestidad intelectual y predisposición constructiva, es cambiar todos estos conceptos por otros que tengan la virtud de devolverle el optimismo, el entusiasmo, la fe, la esperanza, pero no con acciones meramente declamativas de dirigentes de discurso atrayente, cautivarte, capaz de conquistar, captar y cooptar, sino con la creación de proyectos y propuestas con condiciones propicias mediante los cuales la transformación de la actitud y la realidad de cada uno de los ciudadanos sea una consecuencia palpable y directa.
Las modernas definiciones de “política” superadoras de aquellas que la sindicaban casi exclusivamente como una acción para el poder y la guerra, indican que la política es, o debería ser, una de las actividades más nobles del ser humano, porque es la acción que le permite sentirse partícipe, constructor y responsable por el presente y el futuro de su grupo social en la búsqueda del bien vivir y el bien común.
Si esta alternativa de vida no motiva, si el brindarse por “los otros”, entre los que se encuentra uno mismo, no provoca el compromiso de desafiarse a si mismo y asumir el deber de aportar, entonces las elementales cuestiones planteadas no superaran el estadio de meras enunciaciones, y lamentablemente, deberemos admitir que nos encontramos frente a una ciudadanía con un grado de descreimiento de la utilidad de la política y decepción por las actitudes y actividades de sus políticos de nivel realmente alarmante que resignadamente acepta el estado de situación que estos le proponen.
La admisión de esta realidad por parte de los dirigentes, aunque coyunturalmente pareciera resultarles conveniente, debe ser entendida urgentemente y admitida y evaluada en su total dimensión futura, para atenderla con toda urgencia y dedicarse a trabajar en las rectificaciones y las nuevas propuestas, buscando evitar el crecimiento de la resignación y transformarse en cómplices de las nuevas formas de esclavitud originadas en acciones gubernamentales de fines del siglo XX pasado, e incrementaron en el presente siglo XXI debido a la continuidad estructural de la políticas adoptadas..
¿No es una “esclavitud modelo siglo XXI” el que un altísimo porcentaje de la sociedad, coma, y no particularmente bien, exclusivamente de lo que el estado, conforme a su voluntad, a través de diferentes planes de asistencia le otorga?
¿No es “esclavitud modelo siglo XXI” que ese mismo sector de la sociedad, pero incrementado en número, disponga de una atención a su salud extremadamente precaria lo que arroja como consecuencia niños con sus posibilidades de aprender, entender y capacitarse considerablemente disminuidas?
¿No es “esclavitud modelo siglo XXI” la diferencia que se está provocando entre niños y jóvenes que por concurrir a escuelas privadas tienen la posibilidad de educarse durante más días que los que concurren a las escuelas públicas, sin que estemos haciendo una evaluación sobre el nivel de educación que cada una provee, sino que efectuamos una simple evaluación cuantitativa?
Hay varías cosas más que potencian esto que hemos dado en llamar “esclavitud modelo siglo XXI”, como la desocupación, la fractura del grupo familiar, ante el hambre y la miseria, el incremento de la concentración de la riqueza y la cada vez más abrumadora diferencia de ingresos entre quienes, siempre los menos, se quedan con casi todo y quienes, siempre los más, que no reciben casi nada.
O intentamos cambiar todo asociándonos en la búsqueda de un destino diferente para la sociedad, convenciéndonos que se puede, o pasivamente, seguimos haciéndole el juego a los poderosos, siendo cómplices de una situación de degradación de la sociedad que encuentra su estadio siguiente en una inmanejable situación de anarquía y disgregación, .de la que de una u otra manera todos seremos actores y culpables.
Deberíamos entonces, como tarea imprescindible, prioritaria y urgente, cultivar la voluntad de cambio, intentando primariamente recuperar el valor de la política y el trabajo que su realización requieren.
Para poder conseguir la voluntad de la gente resultará preciso inducirla a entender que su realidad no es producto de la casualidad. Debe saber que lo que le toca vivir, en momentos de crisis o de bonanzas, tiene una relación directa con la aplicación de políticas.
La realidad que a cada uno le toque en tiempos de crisis como el actual, momento de necesidades, pero también de resentimientos y descreimientos, es quizás el más propicio para que la gente intente o acepte asumir la actitud de buscar o pensar en los porque, y quizás sea también la oportunidad para que entienda que la superación real de su problemática, que calificamos como “no casual”, es producto, en un porcentaje sumamente importante, de la acción de su dirigencia.
Se podrá entonces revaluar la importancia del acto de votar y promover que todos entendamos en plenitud el profundo nivel de relación que existe entre el voto y la vida, el voto y la política, el voto y el futuro.
Pese a que cada uno tiene su nivel de responsabilidad, no le estamos achacando las culpas a la dirigencia actual, dado que estamos frente a un estado de destrucción que tiene varios años de vida.
Es preciso que aparezcan en escena los escenarios donde se mueve la política.
La difusa importancia del protagonismo de los partidos políticos en la vida de la gente y la ingente necesidad de su comprensión e involucramiento.
Del entendimiento de las causas nacerá entonces, indefectiblemente, el proceso de recuperación de la credibilidad en la política, la trascendencia de las actitudes que la gente adopte para darse dirigentes que, además de capacidad, demuestren sensibilidad para entender, conocimientos para proponer, conducta para ejecutar y el entendimiento real de que la actividad política es una acción que uno se impone para servir a la sociedad y no un instrumento para servirse uno de ella.
Con errores y con aciertos estamos intentando hacer un descarnado diagnóstico de nuestra sociedad, una búsqueda de los porque de las permanentes repeticiones de errores, un hurgar sin la precisión técnica precisa, pero tratando de encontrar, sin especulaciones de índole electoral, las causas de las dudas y los miedos que permanente e históricamente se nos presentan a los argentinos en el transcurso de nuestras vidas, tratando de llamar a las cosas por su verdadero nombre.
Es también un llamado. A los que saben, a los que creen y especialmente a los que quieren una Nación diferente, a debatir, aportar, crear e involucrarse
Quienes hoy pretenden presentarse como los dueños de los mecanismos del poder e intentan impedir la presencia de nuevos protagonistas, sería interesante que primero hicieran el balance de su contribución en la construcción de esta sociedad llena de desigualdades, falta de libertad, pobreza, y marginación ya que el voto de una sociedad que peligrosamente se aproxima al grado de la pérdida de su autoestima, no puede ser evaluado como válido, porque lamentablemente, en muchas oportunidades en la actitud de la gente, al momento de emitirlo, primó fuertemente la consecuencia del clientelismo político.,.

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