domingo, 5 de abril de 2009

LAS CONCLUSIONES ERRONEAS

Por: Ing. Mario Jaraz


El país, todos los ciudadanos, vivimos setenta y dos horas de plena emoción. Había muerto el Doctor Raúl Ricardo Alfonsin y esto nos produjo una sacudida
La sociedad se encontraba conmocionada. Sus dirigentes corrieron presurosos a decir presente. Hacían declaraciones, recogidas por todos los medios de prensa, resaltando con discursos de excelente composición las virtudes de un hombre que con su accionar, no sólo como presidente de la República, sino en el transcurso de toda su vida, había exhibido, paralelamente a una comprobable honestidad, una adhesión vigorosa y comprometida para con los valores de la república, la democracia y la gente.
La coincidencia de las exaltaciones fue prácticamente unánime. Sobre su personalidad, su riqueza intelectual y el testamento ético y moral que su existencia deja para los tiempos.
Pero el tiempo de la emoción paso y llegó el tiempo de la reflexión y del análisis.
Todas las exposiciones nos presentaron al Dr. Raúl Alfonsin como un hombre bueno, pletórico de claras y convincentes convicciones y especialmente lúcida visión para la construcción de un país mejor.
Aparecen contradicciones entre las actitudes de muchos de los que se expresaron hoy con sus actuaciones de aquella época en la cual el Dr. Alfonsin fuera presidente.
Al hombre bueno, al hombre probo, en ese otro tiempo donde tenía la máxima responsabilidad que puede tener un ciudadano que es dirigir los destinos de la República, se lo castigaba, no se lo apoyaba, no se creían sus intenciones, se lo presionaba, sólo se exaltaban sus errores y defectos, al grado tal de que con posterioridad a su período presidencial, hasta se pretendió, con la aprobación de más de uno, minimizar la práctica real de la custodia de los derechos humanos que comenzó no sólo con la restauración de las libertades públicas y privadas y el trabajo en pos de que todos la población pueda tener acceso a las mismas, sino con la excepcional actitud de instrumentar el juicio a todos aquellos que habían osado violar los mismos e ignorado los mandatos de la Constitución Nacional.
Siempre encontraban que algo estaba mal, que no todo era bien hecho.
Sin cometer la ingenuidad de pretender ignorar que la contienda política, mal entendida, acude a procedimientos no siempre lógicos o éticos al momento de debilitar o intentar derrotar a un adversario exitoso, resulta hasta desagradable que hoy tengamos que admitir como honestas declaraciones que exponían sólo elogios ante un ayer cargado de reprobaciones.
La sinceridad, cualidad que siempre exigimos a nuestros hijos y amigos, también debe ser un proceder a demandar a los políticos.
Resulta difícil admitir que la emoción sea el vehículo que motive a la gente a permitirse superar las mezquindades con que se encuentran investidas sus actitudes diarias y no pensar que el oportunismo, ante un ambiente propicio, haya sido el mentor de frases elocuentes que solamente podían provocar aceptación.
La muerte del doctor Raúl Alfonsin despertó la emoción.
La emoción es, según el Diccionario Enciclopédico Danae es: “Una respuesta brusca a un estímulo externo o interno que altera el equilibrio psicosomático, originando un tono afectivo intenso y una serie de respuestas viscerales…”
Con tono comprensivo, podríamos encontrar en esta definición una justificación a muchas de las expresiones que vivimos en los últimos días.
Pero es preciso efectuar algunas reflexiones y valoraciones.
No existe ninguna duda de la honestidad de la actitud de la gente que se presentó espontáneamente a expresar sus sentimientos, y como siempre sucede en este tipo de acontecimientos, pese a que su presencia quiso ser utilizada como un instrumento comparativo con otros sucesos de similar origen, con su persistente acción, sus cantos y aplausos fue la principal protagonista de la demostración de amor incondicional hacia la persona que estaba despidiendo.
Dentro del mismo marco del párrafo anterior podríamos incluir a la juventud específicamente la radical, que logra una identificación casi mágica con el líder desaparecido a partir del conocimiento de la historia y especialmente del contacto que con el permanente tuvieran, ya sea en actos o bien en mensajes con los que se produjo un enamoramiento hasta inexplicable.
La juventud es la que mejor puede entender la problemática de lo que estamos exponiendo, porque seguramente, para ellos, dentro de la integridad de su razonamiento, la traición intelectual que seguramente observaron se encuadra dentro de lo indescifrable.
El respeto por la inteligencia de los demás debía haber sido una actitud a tomar muy en cuenta por varios de los que participaron activamente en la ceremonia, ora diciendo discursos, ora respondiendo a la prensa, por cuanto debían haber supuesto que algo de lo sucedido en la década del ochenta era conocida por muchos.
¿Hubieron arrepentimientos?
En forma directa, explícita, nadie los tuvo.
Ni era necesario que los tuvieran, pero por un mínimo de honestidad intelectual y respeto de sus propias convicciones entiendo que sus mensajes debieron tener la convicción y el coraje que tuvo el Dr. Balbín cuando tuvo que despedir los restos del General Perón, donde si bien le brindó elogios y hasta lo consideró un amigo, en ningún momento negó que eran adversarios políticos.
Todas estas reflexiones tienen como único fin, decir que, desde mi punto de vista, y sin el ánimo de transmitir pesimismo, a pesar de todo lo visto, de lo escuchado, de lo sentido, nada va a cambiar en el mundo político de nuestro país.
El halcón no se convertirá en paloma, ni seremos capaces de trocar los hábitos o principios que hicieron de la práctica de la democracia, para cuya vigencia mucho tuvo que ver el Dr. Raúl Alfonsin, un campo de batalla donde el poder como patrimonio a ocupado el lugar de la lucha por el bien común.
Haber pensado otras conclusiones, haber esperado cambios, nos llevarán a una nueva frustración.
Nosotros los radicales no tenemos ninguna posibilidad de equivocarnos. Debemos hacer una correcta lectura de lo acontecido y darnos cuenta de algo fundamental ocurrido al conjuro de este doloroso momento: existen muchos radicales, muchos de los cuales nunca dejaron de serlo y tienen ganas de seguir siéndolo.
La problemática fundamental es como cambiar la situación de descreimiento para con la dirigencia que hoy viven, en una actitud participativa y comprometida con los destinos partidarios.
Sin dudas que en el problema esta la solución, el primer gran paso: apertura, renovación, innovación, comunicación deben ser las condiciones que debe mostrar el partido en todos y cada uno de sus comités.
Ningún falso orgullo debe hacernos perder la oportunidad de intentar recuperar a los radicales para su partido.
Actuando con coherencia, los verdaderos radicales aceptaran el desafío y el compromiso de volver.
Será el verdadero homenaje a Don Raúl.

No hay comentarios: