lunes, 18 de mayo de 2009

“El otro Illia”

Dr. Diego Barovero

No debe haberle sido fácil llevar ese apellido.

Pero demostró haberlo llevado con honor.
Ahí está su vida intachable como ejemplo de ello.
Se fue don Ricardo Illia, hermano menor de don Arturo, a quien supo acompañar siempre en los buenos y en los malos momentos de la difícil vida de quien se consagra por entero a un ideal.
Y lo supo asumir con desprendimiento y grandeza. Aún sabiendo que no le estaba reservada a él la posibilidad de descollar en la actividad política.
Alguna vez su propio hermano se lo indicó y él, que tenía plena conciencia del mayorazgo que Arturo ejercía, lo contaba con naturalidad.
Por eso debió renunciar a alguna candidatura que tenía bien merecida no por ser “hermano de” como ocurre en estos tiempos que vivimos, sino por sus condiciones intelectuales y por su capacidad de trabajo.
Sin embargo ahí estuvo siempre, al lado de quien era el líder, el jefe, el referente.
Y así fue Secretario General de la Presidencia entre el 12 de octubre de 1963, cuando juntos llegaron a Balcarce 50 con la esperanza de reconstruir la república a la que habían dedicado su tiempo y su esfuerzo y la infausta madrugada del 28 de junio de 1966 cuando debieron abandonarla junto a un puñado de ministros, secretarios de Estado, amigos y leales radicales ante la amenaza de un pelotón policial de lanza gases, dando por tierra con el sueño de tantas vigilias democráticas.
No fue casual que esa mañana, don Arturo, que no tenía adónde ir, fuera a vivir a la casa de su hermano Ricardo.
Luego de la larga y negra noche de la muerte en la aurora democrática de 1983, ya muerto Arturo, acompañó la columna que llevó victoriosa la bandera de la libertad y fue un ejemplar presidente de la Casa de la Moneda, donde ni por asomo hubiera permitido que se imprimieran billetes falsos con la imagen del presidente en ejercicio.
Y fue también digno representante argentino como embajador en la hermana República de Ecuador.
Le fue concedida una vejez ejemplar y fue algo así como el albacea del legado moral y republicano que había dejado su extinto hermano Arturo. Siempre afable, siempre leal a la causa, siempre dispuesto a enseñar, como buen docente que era.
Murió Ricardo Illia.
El otro Illia.
También él dejó un ejemplo: el de la dignidad.

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