miércoles, 27 de mayo de 2009

“TIEMPO DE ELECCIONES…¿JUSTICIALISTAS?”

Tiempo de elecciones.
Tiempo de hipocresías, de mentiras, de trapisondas…
¿Y todo por que?
Nada más y nada menos que por el PODER.
Si, PODER, todo con mayúsculas, cuya seducción es tan grande que en su nombre pareciera todo es posible.
O por lo menos es lo que trata de hacernos entender un sector del mundo político.
Si tomamos en cuenta las palabras y actitudes con que estos intentan convencer que siguen siendo la única opción apta y válida para ostentar y manejar el poder, tendremos que concluir que, se están burlando de nosotros, no tenemos memoria o nuestra escala de valoración para determinar las aptitudes de las personas se encuentra bastante deteriorada.
O quizás preferimos hacernos los distraídos, mirar hacia otro lado y no admitir que con sus discursos y cuentos están despreciando nuestro nivel de inteligencia. Nuestra posibilidad de discernir, de entender.
La realidad de los hechos nos obliga a insinuar la necesidad de realizar un ejercicio mental que no requerirá de parte nuestra ningún esfuerzo exagerado o de alto nivel intelectual.
Algo simple.
Si comparamos las acciones y realizaciones llevadas a cabo por esas mismas personas en dos momentos, separados nada mas que por diez años, podremos darnos cuenta de la falta de respeto que como sociedad se nos tiene.
Ayer hicieron una cosa que nos decían era la mejor opción y hoy hacen otra diametralmente opuesta, y también dicen que es la mejor opción.
Ayer en nombre de lo moderno, del acceso al primer mundo, del fin de las ideologías, del fin del trabajo, del derrame que produciría el crecimiento y que nos alcanzaría a todos y nos permitiría ingresar al mundo del bienestar, desguasaron el Estado, regalaron las empresas públicas que eran de todos, impusieron un plan económico que produjo una brutal concentración económica en manos de unos pocos en detrimento de muchos, y un incremento discriminatorio de la desocupación y la exclusión social, y hoy, aduciendo y declamando una irreal adhesión a una ideología social demócrata y progresista que no solo no profesan, sino que se encuentra en líneas opuestas a su pensamiento, dicen estar reconstruyendo un país para todos.
Lo que hasta hace un año hicieron, al amparo de una coyuntura internacional increíblemente favorable que motorizó fuertemente la economía y por ende los ingresos públicos del Estado Nacional, fue vender una imagen de eficiencia que la sociedad adquirió espontáneamente y sin prejuicios porque de alguna manera notaba una mejoría de su situación, que en nombre de la verdad no podemos ignorar, y eso era lo único que importaba.
Pero, lamentablemente, lo que en esa oportunidad no hicimos fue tratar de ver detrás de la mejoría cuales eran las medidas que se estaban adoptando, tanto para resolver los efectos dañinos de lo sucedido en la década del noventa, como para transformar en sustentable y continuo el desarrollo que se estaba produciendo.
Como no quisimos mirar y nos conformamos con lo que nos decían, no pudimos darnos cuenta que a aquel perverso modelo que pusieron en practica en los 90, no es que lo estaban sustituyendo, sino que, por el contrario, efectuando las correcciones para mejorarlo en sus resultados.
No vimos que la concentración económica continuaba, que los beneficiados en mayor medida eran los mismos de siempre, acompañados ahora por nuevos amigos del poder; que no se estaban instrumentando medidas correctoras de las inequidades existentes entre argentinos producto del lugar de residencia, con el peligroso agregado de que a lo existente que se procuraba consolidar, se lo intentaba custodiar a partir de la construcción de un poder político hegemónico.
Este tipo de ideas y de aspiraciones siempre encuentran adherentes que se cosechan no únicamente entre los que las comparten, sino en los eternos arribistas, los desideologizados y los despreocupados por los hechos y que sólo aspiran a vivir el día a día.
Ayer con gran orgullo se pavoneaban por los logros del gobierno de su partido y de su participación en el mismo, y hoy, sin que les importe el costo material y social de sus actos, se regodean de la gran capacidad transformadora que dicen tiene el gobierno, surgido del mismo partido, del que siguen formando parte, porque este gobierno, dicen, deshace todo aquello que en la década del noventa significaba el tránsito hacia la panacea.
Lo que también es mentira.
Total, como nosotros no nos quejamos, como no exigimos explicaciones, como no sancionamos, hacen lo que se les ocurre.
En los bailes de disfraces nos sentimos alborozados cuando descubrimos lo que se esconde detrás de la vestimenta y la careta, no sólo porque descubrimos la identidad del portador que pretendió engañarnos, sino porque entendemos que a partir de ese momento no podremos ser burlados.
Pero la necesidad de hurgar que sentimos en el momento de la diversión no se repite en otros espacios más trascendentes para nuestra vida.
Porque los políticos a los que hacíamos referencia al comienzo, ni se disfrazan, ni se ponen caretas, desfilan ante nosotros libremente, dado que, como disfrazan las situaciones, no precisan hacerlo ellos.
La crisis económica mundial, que por su envergadura castiga a todos, significó para el gobierno de nuestro país un golpe totalmente impensado frente al cual comenzaron a adoptar medidas que de ninguna manera pueden disimular que también en el aspecto económico se estaba actuando con desconocimiento, falta de planes y objetivos contrapuestos a la búsqueda del bien común.
Quedó expuesta una debilidad estructural, muy preocupante, en todos los niveles del Estado que se transmitió en forma directa hacia el sector privado, especialmente para las pequeñas y medianas empresas que ven peligrar su posibilidad de subsistencia, ya que un racional análisis de la situación les demuestra como el gobierno, con el fin de conservar poder, cede a las presiones de determinados dirigentes sindicales y desata una brutal puja por el ingreso entre los distintos sectores que conduce directamente hacia un mayor desempleo y el cierre de fuentes de trabajo.
Esta situación de país provocada por diferentes gobiernos surgidos de un mismo partido político, nos fue alejando del mundo y hoy los pocos grupos de inversión que aún subsisten, no nos ven como punto atractivo para promover negocios, por lo que deberemos esperar, de continuar siendo gobernados por los inventores del “gobierno de la improvisación”, que alguna nueva situación mundial favorable sea la proveedora del bienestar para nuestro país.
Duele decirlo, pero en la Argentina hay gente que tiene hambre y hay gente que se muere de hambre…
¡Esto es inmoral y anti ético!.
Muchas cosas más podríamos seguir enumerando con el fin de provocar que la sociedad actúe más rigurosamente al analizar los acontecimientos, sobre todo tratando de que sea capaz de eludir las trampas a las que permanentemente la someten los inescrupulosos buscadores del poder.
Si hasta tuvieron la desvergüenza de utilizar los derechos humanos como instrumento apto para el logro de adhesiones, desconociendo, ¿o escondiendo?, como en cada una de sus acciones, cual era el pensamiento de su partido en la época de las elecciones del año 1983 cuando en lugar de juzgar a los autores de delitos de lesa humanidad proponían el olvido como forma de reconstrucción de la sociedad
Y pese a que conocen y quizás hasta estén seguros de que la sociedad no será lo suficientemente enérgica como para exigir explicaciones, revisar conductas o juzgar hechos, frente a la posibilidad de perder, se les despierta el miedo.
Y frente al miedo comienza el diseño del engaño y la mentira.
Comienzan las supuestas disidencias, las divisiones, la conformación de diferentes listas con el único fin de confundir a la gente.
Crean su propia oposición.
Como ocurrió en otras oportunidades, lo único que esta en juego es el nombre del heredero. Quien será el futuro “señor” del partido. Dado que nombres con peso propio no les surgen y efectuar un sorteo sería demasiado desprolijo, se separan exclusivamente para el acto electoral y luego vuelven a juntarse.
Con el uso del poder y el manejo y el desmanejo de la cosa pública mantienen como rehenes a un gran sector de la población, la más desprotegida, y como la otra parte, actúa contemplativamente, continúan estando.
¿Hasta cuando continuará la parodia?
Hasta que la sociedad se decida y diga basta.
La sociedad somos todos y en parte todos somos responsables.
Algunos porque comparten las ideas que ellos profesan, otros que no las comparten pero que les gustaría hacerlo y por eso los apoyan, muchos por resignación y desinterés y los que no pensamos igual porque quizás permitimos que se nos infiltren demasiados cuya única ambición es ser iguales a ellos y no nos permitieron ser lo suficientemente osados y valientes como para plantear hasta con fiereza, que no somos iguales. Que nuestras ideologías no se parecen, que propiciamos ideas, propuestas y métodos diferentes.
Entonces también somos culpables.
Porque por el poder, no todo puede ser igual.
En nombre de la dignidad, el alcance de la verdad y nuestras propias convicciones, debemos asumir el compromiso de seguir luchando, pero sin miedo…
En todo el escrito nos estuvimos refiriendo al Justicialismo y a los justicialistas.
¿Fuera del justicialismo está todo bien?
No, pero eso será motivo de una próxima conversación…
Hoy trabajemos para que la sociedad conozca las propuestas, las nuestras y las de ellos, y luego decida.
Es la única manera válida para acceder al poder.

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