viernes, 1 de mayo de 2009

"MILLONES DE LAGRIMAS PARA RAUL ALFONSIN"

“Quien no puede derramar una lágrima por la partida de un hombre justo, es capaz de festejar las acciones de un malvado”(Lao Tse)

ENRIQUE PEREIRA

Más de medio millón de personas en la ciudad de Buenos Aires, soportando la lluvia, sin la menor asistencia de los gobiernos nacional y porteño, y muchos más en todo los rincones argentinos, lloraron la muerte de Raúl Alfonsin.
Cada lágrima vertida, lo fue por argentinos de buen corazón, por ciudadanos que, correligionarios o no del gran estadista, del ciudadano común y corriente, del político decente, sabía que con Raúl partía un trozo enorme de la Argentina límpida, con yerros y con aciertos, y una parte austera y no ladrona de la vida nacional.Claro, Alfonsin fue un ser humano, no un semidios que jamás se equivocaba.
Erró muchas veces y otras más acertó. No se hizo erigir estatuas, ni poner nombre de ciudades. Era un ciudadano cabal, nada menos.Tan sólo los dementes, los que niegan el dolor, los que no sufren con la pena del pueblo, se creen perfectos y se alegran con la angustia de sus conciudadanos y se divierten torturando el dolor ajeno, de millones de argentinos, que felizmente no los leen y pasan al lodazal de las tristes inutilidades.
Son pobres seres inferiores, incapaces de construir algo perdurable, son los que saltan, como batracios de partido en partido y no comprenden las lealtades, ni el servicio al pueblo, como lo practicó más de sesenta años Raúl Alfonsín.
Nadie, en serio, puede suponer, salvo esa clase de sujetos, que a millones de argentinos de golpe “les dio la loca” de salir a la calle, a las plazas, a los comités, del país entero para despedir a un presidente muerto.
Fue la angustia de la partida de un ejemplar ciudadano, que en sí reunía inteligencia y virtudes, ideas generosas y muy serias que fueron, lamentablemente, trabadas por los que sufren con el triunfo ajeno, pues demora el propio, como si esa no fuese, en definitiva, la esencia de la vida en libertad.
Así, impidieron la democratización sindical, el fin del centralismo porteño, con la capital en el sur.
Docenas de ideas progresistas se impidieron, fríamente... Pero el recuerdo de la trabazón, el poder andar por la calle sin que le gritaran de donde sacó la plata para construirse una especie de castillo, la donación de gran parte de su pensión para un asilo de ancianos en Chascomús, su pueblo natal, el vivir siempre en la misma casa, el no festejar el cumpleaños de la nena en el tatersall de Palermo (presunto reducto de la oligarquía mas oligárquica, reinventada en la campaña contra el campo) mientras el dengue se enseñorea de la Patria, son hechos que se comparan con los graznidos de los pseudo progresistas, con los progresistas de cotillón.

Todo lo contrario era Alfonsin; era un radical más, un progresista de avanzada. La diferencia era el talento, su calidad de estadista, la sencillez, el no creerse ni ser un profeta ni un mandón de tres por cuatro.
Por eso, al cumplirse un mes de su partida, la añoranza de un hombre bueno y de un gran hombre se acentúa.
Y su enseñanza, si los alumnos son buenos, quedará en la historia.
La vieja casona radical, tantas veces asaltada por las dictaduras, sus papeles destruidos, sus bustos derribados, llevará su nombre.
Y sin duda, le guste o le disguste a quien sea, arrancará, para siempre, una lagrima a cada argentino al que Alfonsín ayudó o intentó ayudar y se lo impidieron.
No tendrá estatuas a caballo ni sables en alto.
Blandirá, en cambio, por los siglos, desde el bronce, una mano amiga, una mano tendida y un corazón henchido de solidaria bondad.
Fue un gran presidente.
Un hombre de bien.
Se llamó Raúl Ricardo Alfonsin.
Es de todos y los radicales nos enorgullecemos de que así sea y de derramar más de una lágrima por él.
La merece.
Millones de argentinos derramaron por Raúl Alfonsin, millones de lágrimas...

Enrique Pereira
Vocal Titular del H. Tribunal Nacional de la U.C.R.

PUBLICADO POR “EL DIARIO ON LINE” DE PARANA

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